14.8.11

Sanabria, Bilbao, Nueva York (el papelillo que yo hubiera escrito)

Devoré la novela de Kirmen Uribe en dos días, ya lo dije. Es, quizá, el tipo de libro que hubiera escrito si algún día hubiera llegado a ser novelista. Supongo que por eso, me dejó tan triste el que no hubiera respuesta al comentario, bajando hacia las Bouzas, aquella tarde de agosto y Lisboa resplandecía. Creo que es en el tambor de hojalata donde alguien dice que en todas las familias y en todas las generaciones ha de haber alguien que se ocupe de narrar la historia de su gente para que no caiga en el olvido. Uribe nos cuenta la historia de su familia en tres generaciones. Donde van su abuelo Liborio y su padre José yo hubiera hablado de La Casa del Barrio y de aquel Perdíu guapo y altenero que gastó todo el capital cazando y jugando, perdonen la tristeza. El libro es fascinante. Un collage en el mejor sentido del término. Intentando comprender las cosas que pasaron. Porque cada familia tiene una historia, un tiempo, unos mitos. Unas verdades. Y unas mentiras. Un cuadro de Arteta. El nombre de un barco. El invierno en el País Vasco. Aquella terrible guerra entre españoles y por ende también entre vascos. También, de fondo, la historia del narrador, que convive con su pareja y con un hijo que no es suyo. El mundo moderno, tan complejo como el antiguo. Frases lapidarias, al estilo del Seda que Mi Coronel y yo tanto hemos disfrutado, por razones diferentes: “Las casas se mueren si nadie las habita. Y también las personas”. No lo olvides nunca. O esa sentencia que el checo Vojtech Jasny le suelta al narrador al despedirse: “nada ocurre en vano”. La importancia del contexto en la vida de las personas. Porque uno es él y su circunstancia, como quería el Maestro. Lo acabé en dos sentadas. Buena literatura. Buen papelillo, desocupado lector, si está buscando alguno con el que entretenerse y reflexionar sobre cosas tan universales como el amor, el dolor o la amistad desde el puerto pesquero de la vizcaína villa de Ondarroa.

PS: De acuerdo con el narrador del libro, Foster Wallace afirmó una vez: “Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago, lo demás no sirve para nada".
PD: esta noche Unamuno en el Lago. Veremos.

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