16.3.12

A vueltas con The Wire (II)

Hablaba el otro día de The Wire. Devoré la segunda temporada, con la corrupción en el puerto de Baltimore como telón de fondo. Si la primera temporada es buena, la segunda mantiene el nivel. Ahora el foco gira hacia el puerto. Y allí, todas las lógicas enfrentadas de la postmodernidad: la reconversión industrial, la nostalgia del cuando el mundo era un puerto, la ausencia de futuro, el vaciamiento de las grandes ciudades, la degeneración del tejido social, la pérdida de poder de los grandes sindicatos. Es fascinante, además, observar cómo las lógicas de la emigración, tan premodernas, se mantienen: polacos aunque hayan nacido en los Estados Unidos. Orgullosos de su fe y de sus raíces. Lo mismo pasa con el taxi en Madrid, y a mucha honra, pero con zamoranos en vez de con polacos. La lógica del reconocimiento del otro; en un mundo lleno de desconocidos, como es el mundo urbano, la necesidad y la ventaja de re-conocer al otro sin saber quién es. A ti no te conozco, pero conocí a tu padre y era un buen hombre. La serie es compleja: la corrupción, que todo se lo come. Un equipo hecho a retales. Ese patético Ziggy, con la frustración de ser un desequilibrado por ser el hijo y porque nadie te toma en serio. Una temporada magnífica. El penúltimo capítulo es sencillamente una obra de arte. Acaba y uno no puede resistir la tentación de poner el siguiente de inmediato. Y el último, un cierre redondo. Con ese griego que dice con voz cansada: pero si ni siquiera somos griegos mientras recoge el chiringuito. La modernidad también era esto, desocupado lector.



PS: Mario Vargas Llosa escribió, a propósito de la serie: “Aunque tiene el clásico esquema de una confrontación entre policías y delincuentes, The Wire rompe a cada paso ese maniqueísmo mostrando que, en el mundo en que transcurre la historia [...] hay buenos y malos entreverados y que en muchos casos la bondad y la maldad coexisten en una misma persona por momentos y según las situaciones. Lo único que queda claro, al final, es que, en aquella sociedad, casi todos fracasan, y, los pocos que tienen éxito, lo alcanzan porque son unos pícaros redomados o por obra del azar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario