13.8.19

Cuando el Imperio era oriente (IV)

Una de las cosas que más fascina hoy de Justiniano fue su interés en la religión. Como señala Rosen: "El emperador fue innovador y reformador, aunque se habría sentido gravemente insultado por quien así lo calificase. Era un hombre que solo era capaz de modernizar si antes se convencía asimismo y a los demás de que estaba restaurando el pasado. Para un cristiano del siglo sexto, la mera idea de innovación era sinónimo de herejía".

Hoy nos parecen, en efecto, querellas bizantinos, y en realidad no lo entendemos bien. Por eso es tan importante la humildad que muestra el autor. Este párrafo es magnífico: "La religión de Justiniano no era un pasatiempo sino una fe. Justiniano y sus coetáneos suscribieron un sistema de creencias que no tenía la necesidad de definirse respecto de fuerzas como la ciencia, el humanismo o el materialismo dialéctico y, si se pretende hacer una valoración honesta, hay que reconocerlo como el producto de una época que, en último término, no es totalmente comprensible para el hombre y la mujer modernos"



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