12.8.18

Corolario de la impaciencia (y III)

Nos recuerda el autor que es Herder el primero que a la crítica de la situación presente opone una “insuperable indeterminación política”.  Esa indeterminación ha sido fundamental para cualquier nacionalismo, su carga de emotividad hace que sea más una reacción sentimental que un juicio racional.  

Y es que, concluye Luis Gonzalo su breve y delicioso ensayo sobre Herder que "el nacionalismo se configura como una utopía sentimental que, por encima del escrutinio racional de las cosas del hombre, toca un aspecto esencial del corazón humano. Sus carencias intelectuales constituyen el reverso de sus éxitos políticos. Éxitos reveladores de que, en el campo de la política, el corazón tiene razones que la razón no entiende".

Esto va de emociones. Desgraciadamente...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una cosa son las emociones y otra el emotivismo.

La "razón ilustrada" se cargó o al menos puso en solfa la afectividad. Y claro, surgió el romanticismo, que se fue al extremo contrario.

Sin embargo, la tradición anterior veía las cosas de manera diferente. La afectividad no es una pulsión irracional, pues es humana y cabe en ella la libertad. Puede ser educada por la razón y la voluntad, como diría Aristóteles, "con poder político, no tiránico".

Hoy, sin embargo, nos balanceamos entre el emotivismo líquido y un nuevo estoicismo racionalista que desconfía de la afectividad. Un hombre posmoderno roto, no unificado interiormente, pues su razón va por un lado y los sentimientos por otro.