23.5.17

El relato: los buenos y los malos

Me puse, con esfuerzo y buena voluntad, a ver la película Lasa y Zabala, financiada por el gobierno nacionalista vasco a través de la televisión pública nacionalista. En los primeros veinte minutos aparecen dos asesinatos del GAL, torturas de la guardia civil y una redada de la Guardia Civil en Tolosa. Hasta ese momento, el espectador lo único que ha visto es, al otro lado de la frontera, jóvenes jatorras refugiados, sin que se explique el motivo, como si se hubieran ido del País Vasco porque los españoles querían matarlos, y que son asediados por siniestrada fuerzas españolas.

La película es un relato abertzale de buenos frente a malos. De opresores y oprimidos. La escena de la llegada de los cuerpos de los los jóvenes al cementerio es especialmente repugnante; la ertzaintza como una policía cipaya al servicio de la crueldad del Estado opresor...

Todo es un completo disparate porque el tal Iruín, abogado de asesinos, aparece como un héroe frente al carácter despreciable de los guardias civiles. Y como cine es vomitivo. Lo único que me faltaba por ver era una película financiada con dinero público en la que el héroe fuera Íñigo I-ruin. 

Si el presunto cine dirigido por un tal Malo hubiera querido ser algo más que propaganda etarra, debería contextualizado diciendo que ETA asesinó durante su siniestra historia a más de 800 personas. Algunos, como los tres jóvenes gallegos secuestrados, fueron salvajemente torturados antes de morir. Otros fueron asesinados delante de sus hijos o fueron tiroteados por la espalda. A otros los condenó a muerte y ejecutó por considerarlos culpables de traficar con droga, un delito que no se castiga con la muerte en ningún lugar de occidente. Los GAL, por su parte, asesinaron a algo menos de 30 personas durante sus años de terror.

No hubo el mismo tipo de violencia en ambos bandos. Ni cuantitativa ni cualitativamente. Y las salvajadas cometidas por unidades aisladas de las fuerzas de seguridad del Estado no taparán, nunca, el horror al que la limpieza étnica nacionalista sometió a la mitad de la población vasca. 



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