30.10.15

Conversaciones sobre Tácito (IV)

Ironías de la historia: la peligrosa obra de Tácito, así como su notoriedad, desapareció de la memoria de occidente durante siglos; de hecho, no es hasta casi 1500 años de su composición cuando el libro iba a leerse de nuevo. El texto vuelve a la vida en un ambiente que ya sale en El Giro de Stephen Greenblat, de recuperación de textos clásicos por parte de humanistas italianos. Una recuperación que, por cierto, iba a venir muy bien a una Iglesia local alemana, que durante los primeros años del siglo XV, no deja de quejarse de las exacciones a las que es sometida por la curia romana, y que va a usar la obra de Tácito para luchar contra esa idea de territorio de bárbaros, frente al refinamiento italiano. 

De hecho, es el cardenal de Siena Eneas Silvio Piccolomini, el futuro Pío II, uno de los primeros que en los años 50 del siglo XV utiliza la Germania de Tácito para identificar a los germanen con los alemanes de la época, viendo en ellos por primera vez un pueblo en dos periodos históricos distintos. De aquí nace la errónea idea de una continuidad étnica que llegar hasta finales del siglo XX.

Y esta identificación no vino de la mano de la casualidad. Vino de la mano de la política, claro. En octubre de 1454 Piccolomini fue enviado por Roma para conseguir que alemanes se unieran a la cruzada, a raíz de la perdida de Constantinopla por los turcos. Con una parte de la élite local reunida en la Dieta de Fráncfort,  el cardenal buscaba enardecer a sus oyentes y qué mejor manera de lograrlo que conectarlos con aquellos bravos germanos que se habían mantenido firmes mientras Roma se sumía en la decadencia.

El uso político de la Germania es una constante desde su aparición en el mundo moderno....

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