Con al emoción de la solemne acto de abdicación de ayer aún en la retina, creo que hoy es un buen día para celebrar la normalidad. La normalidad en el relevo de la Jefatura del Estado. La normalidad de vivir en un monarquía democrática y constitucional, en la que todos caben ya que aquí a nadie se le ocurriría aprobar leyes siniestras para silenciar a los que no piensan como ellos. La normalidad de hacerse mayor y comprender, en fin, que a veces es mejor juzgar a las instituciones por sus resultados y no por su racionalidad.
Gracias Majestad, en el retrovisor.
Y los mejores deseos para el nuevo Rey: vista al frente y paso largo...
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