27.6.14

De la mina al rosco y del rosco al paseo...

Era tarde y llegaba aún más tarde a una cena. Lo veo cerca de la parada y monto. El viaje dura unos veinte minutos. Un hombre con mostacho. Ya se ven pocos. Hablador. Con la voz ronca. Asturiano. Llegó hace años a Madrid, pero sigue soñando con su tierra. Empezamos la conversación con la cortesía en la conducción. Nos tratamos de usted, como hacen los hombres. Hay bondad en sus palabras. Lleva desde las seis de la mañana en pie. Trabajó de joven en la mina. En dos años lo dejo todo, me jubilo y me vuelvo. Me describe el Oviedo señorial y se convierte durante el trayecto en mi lazarillo por la vieja Vetustaen la calle Uría me crié.  Llegamos a mi cena. Él se va ya para casa. Nos despedimos con un apretón de manos. La ciudad nos engulle y nos devuelve en pocos segundos a nuestra condición de completos desconocidos. El coche se aleja, entro en Barandales...

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