El
camarada Antuán me pasó El efecto Zp, de un tal Juan Campmany. Un libro cruel: publicado
en 2005, cuando éramos pocos los que preveíamos que detrás del presidente
Zapatero no había nada, es un panegírico lamentable y jabonoso del que acabó siendo el peor presidente de la democracia
española. Además de una reivindicación desvergonzada de una de las campañas más rastreras que ha protagonizado nunca un
partido político: la de la tensión en la calle a cuenta de lo que fuera: el
agua, la universidad, Iraq. Todo con tal de ganar.
Lo
más lamentable, a mayores, es que lo único interesante del libro es lo que el autor,
encantado de haberse conocido, por cierto, cuenta de su experiencia
publicitaria, más allá de la política. En cuanto entra en arena, todo es un
conjunto de tópicos que en 2005 eran muy divertidos pero que la realidad ha
demostrado patéticos. Y al fondo, esa manera de fijar el marco que tan bien
maneja la izquierda. Aunque todo sea pura espuma: los presupuestos de los
gobiernos de Aznar eran autoritarios (¿?) y antiguos (¿?). La respuesta del gobierno español al
incidente de Perejil fue bochornosa (¿?). Los del PP “mienten y saben que
mienten” (porque son así de hijosdeputa, les faltó añadir...) y Zapatero demostró desde el inicio que tenía una “sólida, fiable y coherente
alternativa en materia económica” (¿?) frente a la política económica del PP. Los años del gobierno popular habían sido grises
y fríos (¿?). Jaime Mayor, después de obtener el mejor resultado de la historiadel PP en el País Vasco había quedado “quemado en las elecciones de mayo de
2001” (¿?). La mala gestión del PP en la crisis del Prestige fue “a sabiendas”
(¿?).
En fin, Campmany y su tropa, los tal DDB, eran la gente del “mírame a los ojos y dime que eres de derechas”. La
fatal arrogancia, lo hubiera llamado Hayek. Los que detentan (y nunca se ha usado mejor el concepto) el monopolio de la compasión, como quizá hubiera escrito Aron.
Así son.
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