Nos
acercamos a ver La gran belleza de Paolo Sorrentino. Una película magnífica sobre la
decadencia, sobre la espuma que confunde nuestras vidas y nos impide centrarnos
en lo que de verdad es relevante. Una película que guarda una cierta semejanza
con La
dolce vita, marcando como en aquella, creo, el fin de una época. Los
diálogos y la fotografía son magníficos: la ética, la estética, las relaciones
de pareja, el papel de la Iglesia, los perroflautas, los moscones... Al
fondo Roma. Y, de frente, un cínico magnífico, Jepp Gambardella. Un hombre que
no consigue caer mal. Quizá porque, en su lucidez, habitan muchos
de nuestros temores. Y están ya previstos algunos de nuestros fracasos.
A ratos algo Hornuez; a ratos algo Oskarnello. Qué gran tipo este Gambardella
que, por momentos y parafraseando a Scott Fitzgerald,
parece decirle al espectador aquello de que “hablo con la autoridad que da
el fracaso”.
Buen
cine, con la única pega de la duración. Se hacen películas para echar,
literalmente, toda la tarde.
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