Era
una tarde noche fría en Madrid. Quizá la única ciudad que hay en la península
ibérica. Me acerco dando un paseo a la Real Academia de Ingeniería. Se
presentaba un Informe de COTEC, pero no cualquier informe. Uno firmado por
Víctor Pérez Díaz. Palabras mayores; es decir, palabras suficientes para vencer la pereza
de un jueves de invierno y rematar el día en la otra punta de la ciudad. No exagero si digo que
posiblemente era la presentación de la semana. O del mes. O quizá del
trimestre. No creo que haya habido ningún otro acontecimiento más relevante en la
ciudad en los últimos meses. Víctor Pérez relacionando el capital social con lainnovación tanto en España como en Europa. Confirmé asistencia. Me imaginaba un
salón de actos de unas quinientas plazas, lleno a reventar. Llego pronto a la
Academia. La Sala Villar Mir es una sala coqueta, quizá recién rehabilitada. Supongo que se nota el dinero
del titular de la misma. Pero es una sala pequeña. No entran en ella, a ojo,
más de sesenta personas. La sala no se llenó, apenas medio aforo. Poco más de
cuarenta personas para asistir a la única presentación relevante que ha habido
en Madrid en meses. Causa cierto rubor. Vergüenza ajena. Las bobadas insustanciales de Zapatero o las vaguerías
de Solbes llenan la sala cuando se publican. Incluso el segundo tomo de Aznar y
sus sacrificios patrios revientan salones. Y aquí hay apenas cuarenta personas.
No sé qué tipo de sociedad estamos construyendo.
No sé bien cuáles son los modelos a imitar, pero el panorama, visto desde fuera, es desolador.
No sé bien cuáles son los modelos a imitar, pero el panorama, visto desde fuera, es desolador.
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