Volví a encontrarme con Kirmen Uribe. No lo veía desde aquel viaje que tanto me impresionó entre Bilbao y Nueva York y que a mí me cogió haciendo escala en la Sanabria. Volví a encontrarme con él, digo. Llegó al fin a casa su última novela: lo que mueve el mundo; y volví a tener entre mis manos la historia de esas tres generaciones de los Uribe que yo hubiera escrito en otra vida. Y ahí seguía, fascinándome como el primer día, aquella reflexión de Sebald, quién iba a ser, con la que se abre el libro:
"Desde entonces me pregunto siempre cuáles son las invisibles relaciones que determinan nuestra vida, y qué hilos las unen"
Desde entonces...
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