27.9.13

A vueltas con ese tango de la guardia vieja...

Me pareció una novela magnífica, este tango de la guardia vieja.

Personajes bien construidos. Este Max Costa, que en realidad somos cualquiera de nosotros dentro de veinte años. Eres tú Hornuez, o es Mi Coronel. O quizá es también Angelito, y aún no lo sabemos. Es en realidad cualquiera de nosotros si hubiéramos hecho aquella guerra en África. Aquellos muertos que retrató Imán y que nos contó Arturo Barea. Y allí estaba ella, Mecha Inzunza. Esas mujeres prohibidas. Esas mujeres a las que uno ve, incluso cata, pero que no consigue jamás. Quizá por la constatación, indeleble, de que ni todos somos iguales, ni la vida nos trata a todos de la misma manera. Esas historias de amor. O de odio, quién sabe; a veces quizá sean lo mismo. Esas historias, digo que se mantienen intactas durante décadas. Prohibidas. A veces uno piensa que las ha olvidado y un día, aparecen de nuevo, golpeándote con violencia en la cara... Es difícil narrar eso. Y Arturo Pérez Reverte lo consigue. 

Ella le recuerda a él, es la página 141, era mayo y yo paseaba por la playa de Vera: “Hay lugares a los que no se debe regresar nunca. Tú mismo dijiste eso en cierta ocasión”. 

Gracias a dios es sólo una novela. Una novela, digo, a la que volver cuando uno quiera (será otoño y nada importará ya entonces) dejarse llevar por la nostalgia...

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