29.5.13

De las patrias, que hablábamos ayer...

Todas las dictaduras son repugnantes. Desde un aspecto moral. Como recuerda Robert D. Kaplan, ninguna produce ciudadanía, todas producen servidumbre. Luego podemos entrar a discutir si algunas de ellas, al menos, han generado una clase media y cierto desarrollo económico o si, por el contrario, no han originado más que miseria.

La dictadura franquista. Un régimen militar que se disfrazó de fascista al inicio y que no fue, durante el resto de su trayectoria, más que un gobierno autoritario anclado en la premodernidad.  Sus defensores, que los hay, siempre acaban recurriendo a la honradez de los militares, frente a la molicie corrupta de la decadente democracia liberal. Pero no hay mito que cien años dure. En general, los relatos de la honradez de una dictadura son siempre pura invención. Pinochet se hizo rico gobernando Chile como un cortijo, al igual que los Kim se han hecho dueños de Corea y los Obiangde Guinea.

Ahora sabemos que el servicio secreto británico pagó a los honradísimos, cristianísimos y españolísimos generales franquistas para doblegar su voluntad. Aquella gentuza decidió que no entraríamos en la guerra no por el interés de España, sino por el de sus bolsillos. Mi padre, aquellos años, marchaba a cavar un túnel en Requejo, con apenas catorce años...


La patria, todas las patrias, han sido siempre el último refugio de los canallas.

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