23.3.13

Mujeres


Mujeres.

Al menos cinco. Una valenciana. Acabando la universidad. Tiene una beca para irse a Corea. A la Corea democrática, claro. Lleva meses aprendiendo coreano. Ir a vender allí nuestro petróleo: la lengua. Los recortes le han dejado el proyecto en el aire. Ahora no sabe qué pasará. Se nos va la tarde hablando de la zona desmilitarizada, y de la necesidad de viajar cuando uno tiene veintidós años.

Una pucelana. Haciendo un grado de comercio. Abuelos de Peñafiel. Las fiestas. El coso. La Paqui. La legendaria Paqui. La judería. Se nos va la tarde a vueltas con la piratería. Como tanta otra gente de su generación, considera divertido robar contenidos digitales y nunca se ha planteado ningún dilema ético al respecto. Tres horas de conversación  hacen que, al menos, empiece a pensar en la descarga de contenidos como lo que es.

Una sevillana. Estudia derecho. No tiene claro lo que quiere hacer con su vida cuando acabe el grado. No va bien de inglés. Quizá irse unos meses a trabajar a algún país del ámbito anglosajón.  Se nos va la tarde hablando de la feria, y de los recuerdos de la Sevilla que conocí cuando el mundo era ligero y yo pensaba que podía escribir en él con mi dedo grande en el aire.

Una catalana. Nacida en Eindhoven y que llegó a Barcelona tras haber vivido en Bruselas. Sin acento. Políglota. Estudia ciencias médicas. Uno de estos grados raros de Bolonia. Pero me faltaba algo, así que lo compagino con filosofía. No hay humanidad sin unir la técnica con el conocimiento.

Una cordobesa. Estudió cuidado social. Está la cosa muy mal. Aquí no hay nada. No hay presente. No hay futuro. Nos hicimos nihilistas porque aquí ya no quedaba nada a lo que odiar.

Una venezolana. Llegó a Galicia hace diez años. Huyendo del horror del chavismo. De la inseguridad que se ha ido comiendo Venezuela en los últimos años. Estudió empresariales. Se ha cansado de Santiago. Como en una de Sabina, tal vez un día se vaya a Madrid, haciendo autostop.

Trabajar en consultoría permite no sólo recorrer España y disfrutar de la gastronomía. Permite sobre todo, a poco que uno afine el oído, descubrir aquella intrahistoria que nunca saldrá en los medios pero de cuyo tejido se obtiene la imagen de nuestras vidas…


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