Los
paradores como metáfora, decía. Más vicios: la pérdida del foco. Por el camino,
alguien olvidó la idea original: alojamientos y gastronomía de calidad allí
donde esta oferta no existía para atraer visitantes extranjeros. Un idea
brillante y sencilla. Quizá porque lo más sofisticado es siempre lo más simple.
Lo que valía para hace cien años, vale para hoy: llegar donde no llega la
iniciativa privada y atraer turismo extranjero. Es un disparate afrontar el
futuro de los Paradores sin tener esa idea clara en la cabeza. Y eso es lo que
ha pasado.
Ahora
ya parece que nadie lo recuerda, pero hubo quien se empeñó en que hubiera uno en Alcalá de Henares. Y lo logró. A un
coste que se va a cargar la empresa. También alguna lumbrera quiso meterlo
en la
Plaza Mayor, de la misma manera que alguien se empeñó en que lo hubiera en Málaga (¿?), que
como todo el mundo sabe es un sitio en el que apenas hay establecimientos
hoteleros de calidad. Mira uno el listado y es desolador… ¿Qué hace un Parador
a estas alturas de la película en Nerja, o en Mazagón? ¿Había que
reformar de verdad el de Cádiz para la bobada esta de la Cumbre,
gastándose todo el dinero que se ha gastado?
El problema de Paradores no han sido sólo los amigos políticos. Ha sido también la tentación de verlos como una moneda de pago a las élites locales.
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