Murió
Fernando Díaz Plaja. Era el verano del noventa y ocho. Entre
los muros que vieron crecer a Ian Flemming,
yo pasaba las tardes leyendo y estudiando. En la vieja biblioteca de aquel castillo
de leyenda entendí lo complicado que es llevar el realismo mágico al inglés. A ratos, me hacía con algún
libro en castellano, para relajar mi lectura en inglés. Encontré, por azar el español y los siete pecados capitales, un magnífico pasatiempo para aquel
verano que me confrontó con mis teorías de que los caracteres nacionales no son
más que bobadas. Allí me tropecé, entre otras cosas, con esas beatas que eran
más católicas que el Papa, con esa lujuria convertida en forma de vida y, en
fin, con ese carácter tan español que va
con el “paliello” en la boca riéndose del que trabaja e intentando robar todo
lo que pueda...
Un
libro entretenido, un ensayo lúcido y divertido, al que no he querido volver a
acercarme por miedo a que haya envejecido mal.
Murió
su autor, viejo y creo que solo, en una residencia en el Uruguay.
Que
la tierra te sea leve también a ti
PS: A vueltas con la gula,
escribió: "La
prueba de lo mucho que come el español es lo que le cuesta digerirlo. En todos
los restaurantes y bares tienen como cosa normal y gratuita bicarbonato de sosa
a disposición de los clientes. Esto no ocurre en ningún otro país del mundo que
yo sepa. Cuando el español se siente "pesado" después de comer no lo
atribuye casi nunca a haber consumido demasiado..., lo que pasa es que algo
"le sentó mal". La culpa es siempre de la calidad, nunca de la
cantidad"
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