14.9.12

El cuerpo humano y aquella gente peligrosa


Aquella gente peligrosa. Su lucha por la reivindicación de lo humano. Y dentro de lo humano, lo más humano: el cuerpo. Un cuerpo al que la tradición, la moral, la escolástica, llevaba siglos considerando como “un recipiente de deseos pecaminosos” o un “pozo de enfermedades”. Defender una concepción ilustrada del cuerpo humano. Defender la búsqueda de la felicidad, también a través del cuerpo, como una aspiración no sólo legítima sino necesaria. El libro hace un magnífico repaso de esta tradición olvidada, sepultada por tantos siglos de oscuridad y miedo. Un repaso que se inicia con Epicuro y Lucrecio y que tiene uno de sus máximos exponentes en Montaigne. Aquel Epicuro, desacreditado por sus enemigos y que pensaba que el objetivo vital es una moderación inteligente de las pasiones, liberando al espíritu y al cuerpo de cualquier atisbo de esclavitud, o aquel Lucrecio que reivindicó a los dioses como una metáfora de la serenidad, tras darse cuenta de que lo único que vemos en el cielo al alzar la vista es lo que nos imaginamos. Aquel Montaigne, en fin, un Villanueva aragonés, que hizo de la reflexión una forma de vida

Asumir que el deseo forma parte de la vida… que los sueños oscuros e irracionales están tan dentro de nosotros como nuestra sonrisa y nuestra educación.

Asumir la imperfección para ser felices con ella. Esa búsqueda de la felicidad que impregna un texto que se firmó en julio de 1776 y que se aseguraba que We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.



PS: “Para Diderot, el enfoque reduccionista de la naturaleza humana que aplicaron muchos pensadores a lo largo de la historia era profundamente ingenuo. […] En última instancia, los seres humanos siempre estarán a merced de su propio carácter, de su capacidad y de sus impulsos, que la razón puede manejar, pero que siempre serán el factor primero y más importante de nuestra vida. La razón puede distinguirnos de otros animales, pero solo el deseo nos hace humanos”

Blom, P.: Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea. Anagrama, Barcelona, 2012. Página 332

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