4.8.12

Las viejas amistades, de nuevo


Llegado a la Senabria. Siempre me acuerdo de este poema del profesor Juaristi cuando empieza el verano. Y hoy no quiero dejar de compartirlo. Un poema titulado, qué cosas, Las viejas amistades. Los ritmos de nuestra vida se acompasan, cada vez más, a los ritmos de nuestros versos más cercanos.

Disfrútelo, desocupado lector


Has subido al desván la ropa de entretiempo
y presagias jornadas
de fastidiosa corrección de exámenes
y eventuales disturbios neurasténicos
cuando te quedes solo en este quinto piso
de una calle con nombre liberal.

Mirando al sesgo los escaparates
compruebas que regresa el rancio estilo
de los años cincuenta (en bañadores)
y alguien te dice que se marcha al Turco
o al balneario castrista.

Entonces te preguntas
cómo será el verano de Rafael Ubierna
en su risueño cementerio cántabro,
sobre el mar que lo arrulla con dolientes peanes;
cómo, el verano de Perico Urquiza,
capitán de mercantes por heladas derrotas;
cómo, el de Antón Eguía, monje en Silos,
que fuera diestro cazador de chochas,
o el de Pepe Lecanda,
asidua carne de hospital psiquiátrico,
de cuyos diez intentos de suicidio
fue cada cual peor
que el anterior.

Sin transición pasasteis, hace un cuarto de siglo,
de Karl May a Karl Marx. De marzo a mayo,
vuestras primeras novias buscaron el arrimo
de discretos garzones unidimensionales.

Y acertaron, sin duda, pues vosotros,
ajenos a los usos de la vida,
confundíais aquello
que aliviaros podía del tiempo y sus estragos
(es decir, esa suerte de rutina apacible,
muro de hábitos nimios que los sabios erigen
frente a las embestidas del impulso tanático)
con cierto desarreglo vagamente romántico.

A quién pedirás cuentas de tus años inútiles,
parte maldita que cediste al viento,
hoy, que empieza el verano
y te faltan las viejas amistades.

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