La
identidad es, siempre lo fue, el último refugio de los canallas. Por eso,
resulta patético en grado sumo ver a un partido que llegó a reivindicar el
patriotismo constitucional hace apenas diez años creando
secretarías en Valencia para defender el establo.
El terruño. Defender el ventajismo de unas élites lamentables que no han sido
capaces de generar riqueza y que se han limitado a derrochar siempre o a robar,
en algunos casos, el dinero del erario. Ser valencianista, como ser
catalanista, vasquista o españolista, es otra forma más de ser idiota. No sé
cómo la gente no se ha dado cuenta aún
“Defender lo que en justicia nos corresponde”.
Lo dice el tal Castellano, y no se le cae la cara de vergüenza. El narcisismo
de la diferencia menor que ya
explicó Ignatieff. Da pereza repertirlo. De fondo, el mismo
argumento por el que el nacionalismo vasco ha matado durante treinta años.
Son
patéticos, estos chicos del pepé valenciano.
Deberían
de hacérselo mirar.
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