8.6.12

Hablar por hablar


Hablar nos hace humanos. El relato

Elicia me pide que le cuente historias de cuando iba al cole, yo, que tan mal estudiante llegué a ser.

Juan de la Cuesta, el impresor de Puño en Rostro, me habla del Cordel que atravesaba Ruxinos y de los Zanquillas en que se convirtieron los Barrio de la Requeixada.

Le pido a mí tía que me cuente historias del Perdíu. También lo llamaban cachicán, me cuenta por teléfono. Pero en aquella Senabria de hace ciento treinta años, cachicán significaba algo así como lambrión. O goloso, en castellano normalizado. Así que fui cachicán. Además de la caza y el juego, los dulces. Todos los vicios. También, el de enamorar a la mujer más hermosa del pueblo, María, hija de un Rabanillo de Triufé pero criada con los Arias de Robleda. Estas mujeres que, como yo, tienen al padre en un pueblo y a la madre en otro. El Perdíu: cruzar el Sierro para ir con ella a Robleda. Todos los vicios: también, el de no entender que hay amores prohibidos.

¿Dónde vas, cachicán?
Todo es un relato.
Inacabado

Inacabable

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