2.6.12

Cine y sacrificios


Estuvimos viendo al Profesor Lazahr. Una película hermosa. Lenta, y ese es su gran pero, como todas las películas de inspiración francesa. La precariedad de la vida de un refugiado. Los recuerdos que encarcelan. Vivir en un entorno que no es el tuyo. En una vida que no es la que pensaste. La fragilidad de la memoria. La identidad como una prisión. Un magnífico Fellag en el papel de un profesor casi cincuentón, derrotado por la memoria. Y de fondo, el Estado. Ese artefacto siniestro. Aquel monstruo frío del que habló Nietzsche, que desconfía de todos. Que ni perdona ni olvida. Pero no es una película triste. Hay dulzura en los niños, en la niña algo repipi que se sabe inteligente y en el niño rebelde que no sabe contra qué lucha. También, en esa profesora que busca pero no encuentra. Una película hermosa, de esas que ganan con la distancia

Salía del cine pensando, entre otras cosas, en aquellos versos de un Pacheco que me sigue fascinando, al azar, en mis lecturas en soledad de la noche: “A los veinte años nos dijeron; hay / que sacrificarse por el mañana […]”  

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