La
compañía de los poetas. Me sumerjo cada noche, tras conversar con mis series
favoritas, en los libros de los poetas que me acompañan. Joséemilio Pacheco
me interroga. Es duro, no me da respiro, no me concede cuartel. Espíritus más
pusilánimes cerrarían el libro, pero la vida también es esto, y no puedo
volverle la cara a la realidad. Mirar siempre de frente.
Inmisericorde con lo
que somos “es inútil creernos hijos del
Sol, / todos llevamos muy adentro la noche”, me desvela el secreto de la
poesía, una antigualla en este tiempo en el que “[…] la ciencia cree disfrutar / del monopolio eterno de la magia.” Hay
versos que no permiten explicar lo que no lograríamos en cientos de páginas,
como aquel legendario “Ya somos todo
aquello / contra lo que luchamos a los veinte años”. De fondo, el recuerdo,
doloroso, de la persona amada, en ese momento en el que uno no es capaz, por
culpa del recuerdo, de distinguir el pasado de la memoria “Para quien no haya visto cuanto yo vi / parecerá mentira lo que pasó.”
La tentación de pensar que todo fue un sueño.
No
hay esperanza en los versos de Pacheco. “El
oleaje del tiempo no cesa nunca”. El tiempo, como una tormenta en medio del
desierto, todo lo deshace. Un tiempo que golpea como un yunque que no se detiene
y que todo lo devora. Lo que hay son
preguntas “¿Qué harás todos los días /
desde que no te veo?” para las que algún día no habrá respuesta…
Apago la
luz. Hace calor es en este Madrid manchego.
No
entiendo cómo la gente no lee poesía. Un arte menor, dicen, mientras encienden
la tele…
En
fin
PS: un año ya. Cómo pasa el tiempo.
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