5.5.12

El señor de Montaigne


El señor de Montaigne. Creo que me va llegando la hora de acercarme a él. No se me ocurre una forma mejor de hacerlo que a través de Zweig. La vida se ve diferente cuando te acercas a ella a través de aquel europeo  último que se quitó la vida, desesperanzado, en Petrópolis. Y de la mano del Acantilado, claro. Un breve acercamiento a medio camino entre en el ensayo y la biografía. Dice Zweig en las primeras líneas que hay autores a los que uno puede acercarse en cualquier momento, pero que otros, como Montaigne, exigen del lector no ser “demasiado joven, ni tampoco carecer de experiencia y desengaños”.
Está lloviendo en la Sanabria y hay silencio en casa. Más cerca ya de los cuarenta que de los treinta, con experiencias que pensé que jamás viviría, y con algunas melancolías tatuadas en la espalda, me preparo para, sentado en el quicio de la ventana, mientras llueve en la mi tierra, conocer al señor de Montaigne. Nieto, claro, de judíos españoles expulsos.
La lectura. Esa forma de conversación que trasciende las barreras del espacio. Y del tiempo. Bienvenido a la mi tierra, a mi siglo  y a mis circunstancias, señor Michel Eyquem. ¿Conversamos?



PS: “Sabiendo que los puedo disfrutar cuando quiera, estoy satisfecho con el mero hecho de poseerlos. Nunca viajo sin libros, ya sea en tiempos de paz o en tiempos de guerra. Pero a menudo paso días y meses sin mirarlos. Los leeré poco a poco, me digo, mañana o cuando me plazca... son las mejores provisiones que he encontrado para este viaje de la vida
Zweig, Stefan: Montaigne. Acantilado, Barcelona, 2011.  Págs. 59 y 60

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