28.4.12

Saludando a antiguos amigos...


Llegar a Galicia en coche. Desde Castilla. Desde la Sanabria. Pasar las portillas, “las montañas más frías de toda Castilla”, según escribieron los jesuitas en el XVII, cuando la Casa de Austria empezaba a agonizar, aunque aún no nos diéramos cuenta. Atravesar el Coto Mixto, la última zona insumisa al Estado moderno que hubo en la península. Un territorio de leyenda, tan parecido, en algunos aspectos, al sur de la mi tierra senabresa, con ese Río de Honor que nos espera a Juan de la Cuesta y a mí para recordarnos quién fue Torga y porqué lo fue. Llegar a la Galicia. A un lado Moimenta, donde, decían los jesuitas, la mitad de la población es judía y chupan la sangre de los pobres gallegos y senabreses. El valle del Limia, el del Támega, los últimos lugares en los que se levantó la bandera de la postrer dinastía legítima que hubo en Castilla, la borgoñona. Por aquí peleó y por aquí se defendió Men Rodríguez, el aguilucho, levantando la bandera del Rey Muerto, junto con aquel que encarnaba en sí mismo “toda la lealtad de España”.
Emocionado, paro a tomar un café. Voy con tiempo. Llueve. Pero no puedo pasar por aquí sin presentarle mis respetos a los hombres de un Rey que, quien sabe, hubiera cambiado para siempre la historia de esta identidad que ahora todos llaman España.


PS: la virtud de la perseverancia, en forma de clásico.

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