20.4.12

El mar de Madrid...

Cuando vamos a enfilar la calle Alcalá, miro la cartera y veo que sólo tengo un billete de cinco y otro de cincuenta. El taxímetro marca ya cuatro euros. Caballero, -le digo-, si no tiene usted cambio de cincuenta, páreme un momento en algún cajero, que solo tengo un billete de cincuenta y uno de cinco. No se preocupe, me contesta, me paga usted con el de cinco y el resto ya me lo dará.
Sonrío. Antes de que le vaya contestar que esto es Madrid, que a saber cuándo volvemos a coincidir, me suelta a bocajarro... lo he visto muchos días ahí, en la esquina de la calle, a veces me coge cargado, y yo decía: a ver si este señor tan elegante me para a mí alguna vez. Me ruborizo. Vive en la calle de mi oficina. Empezamos a charlar. La hablo de mi padre. Él me cuenta de su vida. Una caída lo dejó casi parapléjico hace diez años. No se resignó. Tras salir del coma, empezó la rehabilitación y logró subirse de nuevo a su taxi. Es un hombre optimista. La mejor compañía para estos tiempos de mediocres y de vividores. Hombre que trabajan duro y que levantaron un país que parecía condenado al olvido. Llegamos a la Puerta del Sol. Se baja del taxi. Nos damos la mano como señores. Volveremos a vernos. Claro.
El cielo de Madrid está encapotado, con esa luz que hubiera cantado Claudio.
Los taxistas de Madrid.
Llego cinco minutos tarde a la reunión, pero la verdad es que no me importa.
Adoro esta ciudad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Perdíu:

Por una vez...y sin que sirva de precedente...yo también habría llegado tarde a la reunión.

El Coronel