10.3.12

Poemas, con elegancia

De joven, miraba con recelo la relación de la poesía con la música. Se me fueron cayendo los prejuicios, también estos. Empecé con aquel Paco Ibáñez, ¿recuerdas Hornuez?, al que cantábamos ante la mirada atónita de los quinquis de la Facultad. Me enganché al formato, y fue gracias a Mile, claro, a los dos discos de poemas que Loquillo sacó hace años. Dos delicias. Ahí empecé a descubrir otro Loquillo. Estábamos aún en la facultad cuando llegó “La vida por delante”. Algunos de los poemas del disco son espectaculares. El desolador “no volveré a ser joven”, de Gil de Biedma, con su ritmo pausado y esa voz que lo llena todo, el dulce de Lisboa, de Sopeña, al que ir alguna vez con la mujer amada, la dignidad de Cantores, tantas veces traicionada. Atxaga y la vida como un extremo u otro. Y ese Julia Reis del que nunca podré explicar de qué manera me ayudó a entenderme a mí mismo aquella primavera del noventa y cinco.

Años después llegó “Con elegancia”. El disco del final de la facultad. De mi viaje al Oxfordshire. Empezando de nuevo. Siempre empezando de nuevo. Ahí conocí a Luis Alberto de Cuenca, me acerqué a Salvat-Papasseit y su delicioso Ara nos fa, pro jo encara ho faria, descubrí la emoción de las cosas que tallant com un ganivet, con Pere Quart, (el catalán, ese vaso de agua clara) llegué a Borges y vinculé la infancia con una provincia.

El placer de escuchar poemas. La poesía nos lleva más lejos de lo que somos capaces de mirar. Sobre todo los que, como yo, tenemos miopía en los ojos y desengaño en el corazón. La maldición de ser Casandra.

1 comentario:

Hornuez dijo...

Mi momento para escuchar esos discos es volviendo del pueblo de un día de caza de noviembre y solo. Qué delicia.

Por cierto ¿en el baúl de los recuerdos no tendrás aquella cinta mítica de El cortijo de los Mimbrales, Adiós mi España querida, Bien pagá y demás exitos? Yo es que la he perdido totalmente...