12.10.11

Llegar al Líbano vía Roma, toda una metáfora...

Va atardeciendo porque viajamos hacia el este. La escala en Roma me junta con unos viajeros chicharreros. Todos vamos al Líbano, aunque su viaje está organizado por agencia y el mío no. Como el vuelo a Beirut va con algo de retraso, nos da tiempo a charlar. No son pareja, pero viajen juntos. Él es un enamorado de la cultura árabe, ella lo sigue con cierta desgana. Repasamos viajes realizados y nos recomendamos destinos. Coincidimos en el placer de viajar. De conocer. De comprender.

Llego a Beirut y es noche cerrada. El aeropuerto, dominado por los chiitas de Hizbulá, lleva el nombre del líder sunita Rafic Hariri. En el control del pasaporte la única preocupación del policía es buscar si mi documento lleva algún sello de Israel. Palabras de cortesía en ese inglés universal que hablamos todos lo que no lo tenemos de lengua materna. De camino a la ciudad, ubicada al norte, varios controles de policía, que nos dejan pasar sin problemas. Una constante en la ciudad: la obsesiva presencia del ejército libanés. Casi en cada esquina. De manera literal. Los soldados, en sus puestos de vigilancia, se llegan a confundir con el paisaje.

Estoy en el Líbano. En el Próximo Oriente. En la Tierra Santa. Un país inventado por Francia para dar una patria a los cristianos de Oriente. Así de sencillo. La Francia republicana y laica, me comenta Maic de camino a casa, se inventó este país y siempre lo ha considerado suyo. Varias sectas y múltiples identidades para un territorio poco más grande que la provincia de Zamora. De un lado, los maronitas, cristianos bien avenidos con Roma. Gente de las montañas. Árabes, aunque ellos se imaginen a sí mismos como fenicios. Seguidores de San Marón. Llevan aquí decenas de siglos. Fueron los grandes protegidos por Francia. Dos partidos, uno histórico, la Kataeb, la Falange libanesa, y otro una escisión, primero de las Fuerzas Libanesas, y luego del Movimiento Patriótico del general Aoun. Algunos cristianos más, básicamente armenios y ortodoxos, componen el paisaje de la cruz en el país. Enfrente, los musulmanes sunitas, la versión ortodoxa del islam, apoyados por Arabia Saudí, los musulmanes chiitas, una secta herética para los sunitas, patrocinados por Irac y Siria, y por si faltara poco, los drusos, una herejía fascinante que conecta el islam con las religiones previas al Libro que se desarrollaron en el Creciente Fértil.

Hace calor. Son casi las tres de la mañana. Cerca de mi habitación, la sede local de la Falange. Nos vamos a dormir. Mañana hay que madrugar. Alejandro Magno y Roma nos esperan… Como dijo el estadista de los Balcanes, quizá el problema de esta tierra es que también produce más historia de la que puede digerir…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya pensábamos que le había pasado algo en Libano, Perdiu... Alegra volver a leerle.
Susana