27.8.11

Pedro, Men, un cronista y una conferencia

Fue un 25 de junio. Día de Santiago. El año queda lejos, pero como en un relato de Borges, soy capaz de verlo perfectamente. Fue en Sevilla. En la Sevilla judía y cristiana de 1367. El trono legítimo peligraba. Un mundo en cambio. Una nobleza que no soportaba el empuje de las ciudades. En aquel mundo, en aquella época, en aquel día, el Rey hizo merced a Men de entregarle su tierra natal. Pedro I. Pocos monarcas más complejos. Y más controvertidos. De pocos monarcas medievales se ha escrito tanto y de manera tan dispar. Yo, cuando conozco a alguien que me interesa, en seguida me fijo en si es petrista o partidario del bastardo, para saber con qué tipo de persona estoy hablando. Sabemos poco de él. Básicamente las cosas que el canciller Lope de Ayala, un traidor a su Rey, quiso que no olvidáramos. La historia la escriben siempre los vencedores. Y Pedro perdió. El Bastardo procuró ocultar a todos su reinado. Como si no hubiera existido. Como si la Corona hubiera pasado directamente del rey Alfonso onceno a su hijo bastardo sin que Pedro hubiera sido nunca monarca. Apenas tenemos un millar y medio de documentos de su reinado. Muchos otros se perdieron. Cuando un Rey es asesinado, es bueno que los papeles que puedan unirlo a él desaparezcan con el cadáver. Había nuevos reyes y todo el mundo intentó recolocarse, empezando por aquel traidor cronista. El resto de sus papeles simplemente se perdieron. Pedro I fue un rey con una corte y con escribanos, que no en vano dice en algún documento, a la hora de confirmar algún privilegio, aquello de “los mis oficiales cataron en los mis libros”. Un rey cuyo tesorero mayor era un judío, Samuel Haleví, quien levantó la Sinagoga que hoy es el Museo Sefardí de Toledo. Un rey a quien los nobles acusaron de ser amigo de los judíos, al que hicieron la guerra porque había que eliminar la “administración judía” que la Corona tenía a su servicio. Una guerra en la que los partidarios del bastardo saquearon las aljamas de Toledo, Briviesca, Aguilar de Campoó, Segovia, Ávila y Valladolid.

Hubiera sido otra Castilla. Nunca lo sabremos. Pero tengo la intuición de que ya entonces había judíos en la mi tierra. Y tengo la sensación de que los Arias que acabaron siendo treinta en el mi pueblo, empiezan aquí… Porque tengo la sensación, también, de que aquí hubo más marranos que los que se mataban por San Martín. Y voy teniendo claro que quizá el hombre que hablaba difícil quiso siempre esconder su origen. Su origen manchado

Por cierto, que al hilo de los judíos y de los conversos, hoy a las siete de la tarde, en la Biblioteca de Ilanes, una conferencia sobre judíos y conversos, a cargo del profesor Lauro Anta. Ya le contaré, desocupado lector.

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