3.8.11

Excursión mañanera....

Amanecía y nos pusimos en marcha. Verán, mi pueblo, como todos los pueblos, tiene una historia. Y unos mitos. Y unas leyendas. Poca gente los conoce ya: los años y la emigración han sido crueles con su patrimonio cultural y en pocos años nadie sabrá ya siquiera identificar por su nombre las cosas. En pocos años, el mundo rural sanabrés será como el Macondo que describe García Márquez al inicio de su novela, y el mundo será tan reciente que muchas cosas carecerán otra vez de nombre, y para mencionarlas habrá que señalarlas con el dedo. Mi pueblo, además, se hizo contra la naturaleza. Como todos los pueblos, nada extraño por tanto: somos humanos porque llevamos miles de años luchando contra un enemigo cruel e implacable llamado el medio, que en cuanto puede nos recuerda quien es el dueño de todo esto. Como cada vez hay menos gente, la naturaleza va reclamando su espacio, y se va comiendo poco a poco todo lo que aquí costó un milenio levantar.

Nos pusimos en marcha. Amanecía. Venía Claudio Rodríguez con nosotros: Yo me pregunto a veces si la noche / se cierra al mundo para abrirse o si algo / la abre tan de repente que nosotros / no llegamos a su alba, […]”

Entre mi pueblo y el pueblo vecino hubo un pueblo misterioso que desapareció, probablemente en el XIV: San Pedro del Villar. Qué siglo tan fascinante para estas tierras. Nos pusimos en marcha, primero con un todo terreno, luego andando. Apenas se ven ya las roderas. No quedan cultivos y la masa forestal se lo va tragando todo. Iba con el Doctor, escuchando sus explicaciones. Salimos de su finca y paramos cerca de los Prados de San Pedro. Ahí nos pusimos a andar, hasta que llegamos a la Ermita. Ahora es sólo una tierra más, pero el hecho de estar en un cerrado y de que apenas hay árboles indica que quizá estuvo la Ermita de San Pedro esa ermita de la que quizá salió la piedra de la casa cural en el Barrio. Intentamos acercarnos a La Torre. Otro topónimo fascinante. Sólo hay monte en derredor nuestro. Y lo que a estas horas queda del relente de julio, hubiera escrito el poeta. No podemos subir, está ahí, como a doscientos metros, pero tardaríamos mucho, me dice el Doctor. Seguimos paseando hacia el sur y vamos viendo los prados de San Pedro, ahora desde un lado. El camino ya no existe. En esta España no hay dinero para mantener abiertos los caminos en los pueblos. Cuando la civilización desaparece, lo primero que se pierden son los caminos. Se ve la Puebla desde aquí, y se ve también cercano mi pueblo. Quizá San Pedro fuera anterior al mío; está más escondido. Quizá de aquí venían los fundadores del mío. No lo sé, y quizá nunca los sepamos ya.

Emprendemos la vuelta. Se nos va echando el sol encima. Nos conjuramos para volver en el otoño. San Pedro nos esperará aquí, como lleva esperando más de cuatro siglos.


PD: Borges habló de aquellas cosas “ciegas y extrañamente sigilosas! / Durarán más allá de nuestro olvido; / no sabrán nunca que nos hemos ido".

No hay comentarios: