27.8.11

De ruta por la Carballeda

Salimos de ruta al final de la mañana y poco antes de comer estábamos ya en la patria de los Cervatos. Hoy Villardeciervos es un pueblo más de los muchos que, perdidos y abandonados, jalonan el occidente zamorano. Cuando el viajero despistado llega y pasea sus calles con calma, como hicimos nosotros, empieza a notar cosas raras. No hay apenas escudos heráldicos. No fue esta tierra de nobles. Ni de marqueses. Las casas tampoco son casas de pueblo. Son casas urbanas, aunque estén en medio de ningún sitio y apenas vivan más de quinientas personas aquí durante todo el año. Son, siempre lo fueron, casas fortaleza, con doble portalón, un portalón que no se usaba para la nieve, sino para esconder la mercancía que llegaba de Portugal o de Galicia: sal, tejidos, oro... Casas con con grandes patios interiores, escondidos a la vista de los indiscretos, de espaldas al erario…

Durante varios siglos, pronunciar este nombre era sinónimo de contrabando. Y hablar de los cervatos era hacerlo de contrabandistas. Hay mucha historia detrás. Realistas, casi carlistas durante gran parte del XIX, sus vecinos fueron premiados por Fernando VII por perseguir durante la Ominosa a los liberales. Aquí no interesaba el Estado moderno, con sus aduanas, sus pechos y sus fielatos. Era todo tan público y notorio que cuando se planteó hacer por la carretera que había de unir Madrid con Vigo, en principio se pensó que pasara por este pueblo y no por la Villa. Pero no pudo ser. El miedo al contrabando pesó más que los criterios técnicos. Tal era la fama de la zona.

Pueblo de arrieros, de aquí venía el clan que dominó la política zamorana, y no digamos la sanabresa, durante gran parte de la Restauración canovista: los Rodríguez. Mañana les hablaré un poco de ellos.

No hay comentarios: