9.8.11

Copazos estivales

Se hacía de noche en Castilla. Cargados de comida y de bebida. Rosado de Toro y algún gintonic. Y claro, a Oscarnello y a mí no hace falta darnos mucha excusa para que nos pongamos a hablar de nuestros temas. La historia como tema. Y como excusa. Aguantamos durante los Rejones, pero ya en las copas la tertulia se nos iba de las manos. Me presentó a un conocido. Cada vida es una historia. Cada historia esconde muchas lecciones. Un empresario de la zona, vinculado a la construcción, que empezó a ir de vacaciones a Ibiza hace treinta años. Hizo amigos. Coño, tú que eres serio, porque no me haces esto, surgió algún día. Y así empezó. Montó un negocio. El negocio como negación del ocio. Y ahí sigue. Una semana aquí, en la estepa castellana, la siguiente en Ibiza. Cuando se va, se levanta a las tres de la mañana para estar en el avión, en Barajas, a las siete. Nos tomamos una copa con él. Nos cuenta la crisis. Un castellano emprendedor, casi comercial. Extraño en estas tierras. Pero es que aquí también floreció la amistad. Y hasta el amor, a veces, como escribe Claudio Rodríguez.

Cuando se va le comento al pequeño Matzerath que la historia la hacen las personas. Con sus decisiones. Pero también con sus omisiones. No hay nada parecido, ni por asomo, a la burguesía, o a la clase obrera, ni siquiera a los sanabreses. Esos conceptos vacíos son entelequias. Lo que hay son personas. Que construyen con esfuerzo su propia identidad, luchando a veces contra un destino cabrón que no permite finales felices. “joder como te pones con la Seagrams, cabrón”, me dice Oscarnello mientras se acerca a la barra a pedir otra. Seguimos de fiesta…


PD: Claudio Rodríguez escribió: Tanta serenidad es ya dolor. Y Vallejo se angustió cuando se prenguntó: ¿Y si después de tanta palabra / no sobrevive la palabra?

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