16.6.11

Un hombre al volante...

Me subo al taxi con prisa. Como siempre. Soy un tío que va de traje y con prisa a los sitios, normalmente en taxi, aunque a las cosas importantes siempre llego tarde. Saludo y digo la dirección. Cuelgo el teléfono. El taxista me dice que, si no me importa, quiere poner un cedé, “que estoy preparando un examen”. No se preocupe por mí. Doblamos doctor esquerdo para coger goya. Los tipos de leyes, se oye en el altavoz, la ley ordinaria y la ley orgánica. Es que mire, está la cosa mal y estoy con una oposición. No puedo evitar corregir al del cedé en cuanto al concepto de ley orgánica. Es usted funcionario. No, la verdad, es que no, pero doy clase de esto. Apaga la radio. Empieza la vida. Me cuenta. Le cuento. Me cuenta. Un diálogo sin tutearnos, un placer en estos tiempos plenos de vulgaridad democrática. Repasamos el concepto de Estado. El papel de la monarquía en nuestro ordenamiento jurídico. El propio concepto de reserva de ley. Nos recomendamos libros. Lo veo escéptico y me alegra: es el primer camino hacia el liberalismo y el conocimiento. Sale Popper claro. Lo conoce. Le hablo de Isaiah Berlin y cruzando Colón, recuerdo con nostalgia su Riga natal, parte de un Imperio que no pudo evolucionar hacia la democracia. Me recomienda un par de libros, estamos ya en los bulevares, dejando atrás la Glorieta de Bilbao. El concepto de ciencia en el derecho. Es sociólogo. “La sociología no es una ciencia, no se proocupe”, le digo mientras me deja en Quintana. Se baja del taxi y nos damos la mano desde el respeto. Le deseo suerte. En la oposición y en la vida.

Uno hombre no es más que otro si no hace más que otro, dice esa escuela de libertad que es el Quijote. Es difícil encontrar algún ejemplo de mayor dignidad que el que ofrece alguien que lucha por progresar en la vida. Que quiere formarse para dejar atrás lo que fue. El medio sólo consiente las identidades de origen, aunque yo no haya sido capaz de transmitírtelo. La libertad y el mundo moderno nos dejan romper esa maldición.

Mientras lo veo alejarse en su taxi, pienso en Morfeo y en la frase que tantas veces he repetido sin éxito: “lo único que te ofrezco es la verdad”.

Entro en clase. Buenas tardes, mi nombre es…

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