30.6.11

Juicios en la memoria

Esta semana empezó en Phonm Penh, capital de Camboya, el juicio contra los pocos altos cargos que quedan del gobierno comunista de la que se llamó entre 1975 y 1979 la Campuchea Democrática. Fue, quizá, el genocidio más espeluznante del siglo XX. Más que el de las hambrunas ucranianas y quizá más que el propio Holocausto. Lo fue porque entre un veinte y un treinta por ciento de la población camboyana fue esclavizada y luego ejecutada, o directamente asesinada, a manos del gobierno del siniestro Pol Pot, líderes de los jemeres rojos, que era el nombre con el que se conocía al Partido Comunista de Camboya. Lo fue porque era un genocidio ya fuera de la historia, casi cuarenta años después de los genocidios estalinistas y casi treinta después de la locura nazi en centro Europa.

Qué lejano nos queda todo eso ahora. Uno tiene a pensar en la Camboya de los años setenta como un país lejano y atrasado. En cierta medida lo era, pero los años de dominación francesa habían dado lugar a una cierta clase media que vivía en entornos urbanos y estaba desarrollando ya una cierta economía de servicios. En la capital vivían casi dos millones de personas que, tras la entrada de los jémeres en abril de 1975, empezaron a ser evacuadas de manera forzada al campo. Yo era un bebe de un año. La locura del hombre nuevo. El horror historicista de pensar que uno está obedeciendo una lógica de algo. Ese terrorífico marxismo de salón, tan francés, tal europeo, en las universidades continentales fumando mientras debate sobre el futuro de otros seres humanos. Como en tantas otras ocasiones, el genocida era un hijo de buena familia, que vivió seis años en Europa. Después vino el horror durante cuatro años: llevar gafas era sinónimo de intelectualismo y valía una condena a muerte. Ser zurdo. Saber idiomas. Piense lector, casi un tercio de la población esclavizada y ejecutada en cuatro años. Imagine la muerte de quince millones de españoles en poco tiempo, fruto del designio feroz de un gobierno. Esa miseria del historicismo de la que habló Popper. Esa consideración de que si la verdad está en la izquierda y el resto somos imbéciles, habrá que actuar en consecuencia….

Que lejano nos queda todo ahora. Como gran parte de los genocidios de la izquierda en general y del comunismo en particular, una bruma de olvido se levantó sobre los crímenes de Pol Pot. Ahora llega la oportunidad al menos simbólica de la justicia. Espero que así sea…


PS: Pedro G Cuartango acababa su brillante columna del mundo de ayer así: "El PSOE ha sufrido un varapalo electoral tras llevar a este país a una crisis política, social y económica sin precedentes. Pero nadie dimite en sus filas ni siente la necesidad de hacer autocrítica ni asume la menor responsabilidad porque, como dice Peces-Barba, los que votan al PP son tontos. Ya pueden ir tranquilos de derrota en derrota los cuadros socialistas porque la culpa la tienen siempre los otros".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si amigo Perdiu, si. El fasciosocialismo todo él, en sus distintas versiones, es la misma ideología de la muerte, del estatismo, de la reingeniería social en pos de la construcción del hombre nuevo (perdón) de la mujer nueva (gracias a las aidos y pajines). Es la cultura de la muerte que la lleva insertada en la esencia de su ideología todo marxista.

Sólo cambian las formas, aquí las aidos y pajines ya van contando más de un millón de abortos en nombre de la libertad de la nueva mujer (la mayoría de ellos con más de cuatro meses de embarazo) ¡Claro que si esos mismos fetos la muerte se la hubiesen provocado los padres biológicos, entonces serían más de un millón de niños asesinados!... pero si ese feto lo mata la mujer nueva, entonces, no es humano.

Ahora andan queriendo legalizar la eutanasia (perdón, la muerte digna) y más desde que su religión laica convirtió a un tal doctor Montes en santo al comprobarse varios milagros al respecto de cómo elevaba a decenas de ancianos a los cielos marxistas, los cuales ya gozan de la eternidad al lado del padrecito Stalin, el abuelito Lenin y su santidad Marx (es decir, la santísima trinidad roja).

Ironías aparte, amigo Perdiu, cuando a Pol Pot y sus principales dirigentes les preguntaron por qué hicieron tales matanzas y genocidios (la mayoría en su juventud estudiantes en el París de los años cincuenta), contestaron sorprendidos por la pregunta, ”que habían hecho exactamente lo enseñado en la Sorbona”.

Es conveniente no olvidar que el socialismo español siempre ha tenido como referente al más sanguinario socialismo francés (y no me refiero a Miterrand, que fue un nazi desde su juventud y admirado por nuestro Felipe Gonzalez), me refiero a la revolución francesa, y de la cual son hijas todas las genocidas revoluciones comunistas del siglo XX.

Allí donde el socialismo gobierna, inevitablemente la muerte en alguna de sus formas siempre triunfa.

Pablo el herrero