11.5.11

Un día como ayer...

Fue también un diez de mayo. Un día para recordar. Un día como el de ayer. Era el año 1933. Lejano, dirán algunos. No tanto. Mi padre tenía un año y mucha gente que he ido conociendo en mi vida ya tenía uso de razón. Supongo que, como todo, las cosas empezaron con un rumor. Los cobardes, la mayoría, se iría poniendo de perfil para no tener que manifestarse. Algunos profesores fueron expulsados o invitados a irse de la Universidad. Los nacional-socialistas llevaban apenas unos meses en el poder. Había un trabajo que hacer, la patria lo demandaba y el futuro no podía esperar. Había que depurar el país. Volver a las esencias. Acabar con la degeneración de la raza y del país. Organizaciones supuestamente vinculadas a la sociedad civil, como la "Liga de Lucha contra el Espíritu No-Germano" o los Estudiantes Patriotas de la época (la "Liga de los Estudiantes Nazis" lanzaron la campaña. Todo alemán debía depurar su biblioteca de libros antialemanes, de libros contaminados por “la bacteria del espíritu judío". A finales de abril, u diario, siempre un diario, publicó la fecha adonde públicamente todos podrían expiar sus pecados: el 10 de mayo.

En Berlín la cita fue frente al edificio de la Ópera, a partir de las diez de la noche. Empezaron a apilarse los libros. Un grupo de bomberos los roció con material inflamable. Empezaron a arder. Un locutor iba animando a la gente a echar más libros al fuego. Al espectáculo purificador de la barbarie.

Ardieron, aquella noche y sólo en Berlín, más de 20.000 libros. Bradbury no había tenido que inventar demasiado para su legendario Farenheit. No fue la primera vez. Tampoco sería la última. Hace unos años, los estudiantes patriotas vascos, siempre los estudiantes, propusieron eliminar de las bibliotecas vascas (y vascos), todos los libros que negaran la existencia de la nación vasca. Un movimiento similar, por cierto, al que intentó poner en marcha el ayuntamiento de Fuenterrabía

No respetar los libros. No entenderlos. No comprenderlos. Reirse, en fin, de las lecturas de uno (y de una)

Allí donde arden los libros, escribió Heine, no tardará en arder el hombre…

No olvidar.

1 comentario:

Asier dijo...

Nada nuevo bajo el sol. Muchos gobiernos, entre ellos el espñol, llevan quemando libros toda su vida. Y recordemos que para quemar, hacer desaparecer, existen métodos más expeditivos y supuestamente democráticos que el fuego. Por cierto, que puestos a quemar, el último aborto de la RAH parece un buen candidato; en plaza pública y con festejo. A esa me apunto!!