7.5.11

Palabras cogidas al vuelo

Se presentaba el último poemario del zamorano Jesús Losada. Algunas palabras cogidas al vuelo, durante la presentación:

Presentar a un poeta zamorano son siempre palabras mayores. Alguien que continúa la tradición y la línea de Claudio Rodríguez, o de Jesús Hilario Tundidor merece, de entrada, respeto y atención. Y eso que, a los poetas zamoranos los descubro siempre tarde. A Claudio Rodríguez hace apenas dos años, cuando sus páginas me explicaron cosas a las que la razón no era capaz de dar respuesta. A Hilario Tundidor, estoy todavía recién llegado, como el que dice…

Como no podía ser de otra manera, a Jesús Losada también tarde, en concreto el año pasado, en el Pregón de la semana Santa. Así que la curiosidad me hizo acercarme hace algún tiempo a su último poemario, el que ha venido hoy a presentarnos su autor.

Corazón frontera, este libros, es un viaje. Hacia dónde, qué más da. Es el viaje lo que da sentido a lo que hacemos y a lo que somos. Un viaje que comienza de madrugada “Mientras respiras, el día amanece. / Los lugares del mundo se van iluminando” escribe el poeta en uno de los primeros versos del libro. Es un libro muy zamorano. No sólo por esa luz con la que se abre, tan cercana a las imágenes que Claudio Rodríguez nos transmitía. También porque es un libro de alguien de La Raya, de quien tiene conciencia de lo que La Raya es y representa. Porque es un libro, y que me perdona el autor si me equivoco, sobre la pérdida, sobre la soledad, sobre la distancia. Un libro construido, escribe el autor, “en el exilio de todas nuestras geografías”, allí donde “no hay nadie

El autor quiere ir al oriente y hacia allí encamina sus pasos. Pero el lector sabe que no es sólo un libro de viaje al oriente, es un libro de viaje y de diálogo, más que a algún sitio en concreto, hacia el hombre que vive dentro de nosotros. El libro en sí mismo es el viaje. Un viaje en la mejor tradición de Cavafis, así que cuando el lector abre el poemario , no puede dejar de pensar en el inicio del Ítaca del poeta de Alejandría: “Cuando emprendas tu viaje a Itaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias”.

Así que, como decía, dónde vaya el viaje es cuestión del lector. Porque aunque el autor vaya al oriente, y desfile por el libre algún que otro monzón, el lector, cuando viene de la Raya, imagina otro viaje. Un viaje a la frontera, que es el que recorre de la mano del autor. Y es que un poemario por el que desfilan los ríos, los trenes que se alejan y que luego nos acercan, las riberas de los fresnos, los puentes de piedra, los cementerios abandonados. Un libro, digo, por el que desfila la lluvia, la tempestad. “La soledad perdida del humo. / La soledad del viajero”. Un viaje regado de vino tinto, en el que se escucha la berrea de los ciervos es un viaje hacia esa forma extrema de presencia que es la nostalgia: dice el poeta “Tú, que darías ahora todo el oro del mundo / por volver a tu casa lloviendo […]”. Un viaje hacia un mundo en el que “los niños comen sandía, / juegan con palos y cuerdas por el suelo”.

Un viaje, este de la vida y del poeta en el libro, en el que nos acompaña la presencia, insegura, de la persona amada, de quien va con nosotros de viaje aunque no esté presente. Porque así nos movemos cuando el viaje se escribe en plural. “Besaré la vida en ti” le dice el poeta. Una presencia, nos pasa a los que venimos de la frontera, acompañada siempre de la luz “Despojos de la luz matutina en el dormitorio”, encuentra el poeta al despertar. Y la necesidad de sentirse en el otro: “Y te digo / que nada existe si tú no me piensas

El viaje termina de vuelta a casa. Y termina dando la razón al lector y al autor. Qué más da que el viaje haya sido al oriente o a La Raya:”No sabes cómo terminar este viaje / del corazón y de la frontera, / porque todos los países del mundo / son el mismo país…”

Así que cuando acaba uno el viaje, perdón el libro, no puede evitar volver a Cavafis, claro, a quién si no, y recordar las sabias palabras de su poema Ítaca: “Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, /entenderás ya qué significan las Itacas”.

Fue, en fin, Gilles Deleuze el que dijo un día que el poeta es un extranjero en su propia lengua, hermosa metáfora para significar la extrañeza de la creación y la enajenación permanente del creador.


PS: Al fin en San Cebrián. De donde salieron nuestros monjes

No hay comentarios: