30.5.11

El cisne y lo aleatorio...

Ese libro luminoso de Taleb. Esa forma de aprender a enfrentarnos a la vida. A la vida moderna, al menos. Asumir algunas cosas. La primera de ellas, qué importante, que la vida es rara. Y que es inusual. Las cosas no siguen un orden lógico, aunque nuestro cerebro intente buscárselo. Lo aleatorio preside nuestras vidas, hasta un extremo que no somos capaces siquiera de concebir. Y eso no es bueno ni malo en sí mismo. Es lo que hay.
Es libro luminoso, para leer cuando cae la tarde, subrayando página a página. Un libro para compartir, a la sombra del relente sanabrés. Asumir que hay una cosa que se llama, en términos de Eco, la antibilioteca. La que conforman todos los libros no leídos. Ese espacio que nunca tenemos en cuenta. Esa biblioteca de Babel que es el universo, está llena de conocimientos que nunca tendremos. Que nunca poseeremos. Pero nunca nos damos cuenta de ello. Hay miles de páginas sensatas, coherentes, que nunca alcanzaremos a abrir y cuyas reflexiones nunca llegaremos a rebatir.

Más reflexiones. Asumir la historia como algo opaco. Siempre he pensado que es la ciencia más compleja. Quizá la más ilusa. Quizá la historia será sólo un relato de Borges. Un cuento lleno de ruido y furia narrado por un idiota. Y sin embargo, nos enfrentamos a ella con la ilusión, nos recuerda Taleb, de creer comprender: de pensar que las cosas han ocurrido por algo, de que hay menos aleatoriedad de la que hay en realidad. Nos enfrentamos a la historia con lo que el autor denomina, de manera brillante, la distorsión retrospectiva: las cosas aparecen muy ordenadas en los libros de historia, y aparecen estructuradas, con causas y respuestas. Es mentira. Y mucha ciencia social, sobre todo la morralla marxista de la segunda mitad del XX, se nutre de esa ilusión. No hay causas. No hay motores. No hay nada. No hay nada que sea “clase obrera”, como no hay “españoles” ni la “revolución burguesa”.

Pero estamos hechos para categorizar. De hecho, no podemos vivir sin hacer categorías. Es tanta la información que nos rodea que nos volveríamos locos sin ellas. Necesitamos categorizar, está claro. El problema es que pensamos que las categorías acaban teniendo vida propia. No es fácil, en fin, enfrentarse a los hechos de manera honrada. Hay que ser muy liberal, en el mejor sentido de la palabra, para asumir esta dura realidad.

La vida, en fin, como un relato de Borges. Hay que volver a él. Siempre. Aunque lo lea zapatero. Uno de los grandes privilegios de tener el castellano como lengua materna: poder leer a Borges sin traducciones.

PS: Borges nos describió Tlön y nos dijo: "Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente. Otra escuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable […]"

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