12.5.11

De ruta por el oeste (IV)

El viajero llega a Olmedo. Hace varios siglos, hubo un mundo y unas tierras que se dirigieron desde aquí. Cualquiera lo diría, viendo en lo que ha quedado todo esto: campos cercados por el abandono y pequeños burgos que atrapados en un mundo premoderno. Ciudades que llevan teniendo cinco mil habitantes desde hace quinientos años. Olmedo es una ciudad recoleta, bien cuidada, con sus soportales, tan castellanos. Un convento convertido en teatro. Lo escénico como sustituto de lo trascendente, lo sagrado como representación. Tan cercanos, en el fondo, uno de otro.

Oscarnelo, que ha preparado con mimo el viaje, nos acerca al Palacio del Caballero. La visita es fantástica, por fin veo la aplicación de lo que se llaman nuevas tecnologías aplicado en algo lúdico. Un paseo por la historia. Por el XVI castellano. Cuando aquí aún había Dios y aún había Rey. De fondo, Lope, y la rivalidad entre Góngora y Quevedo. Y también aquel hombre que hablaba raro y que siempre se preocupó de que nunca supiéramos quien era. Al trasluz, una vieja leyenda, explicada sala a sala. La de la muerte del caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo.

El viajero sale algo anonadado. Un corral de comedias. Todo es teatro. Llega la hora de reponer fuerzas. Esto es Castilla. Lechazo regado de un vino de la ribera occidental, es decir, de Toro. De don Manuel Fariña. Nos faltan los puros a los postres, pero este gobierno, el de las libertades civiles, nos prohíbe fumárnoslos.

Es domingo, pero aún queda finde, así que nos encaminamos a la búsqueda de las bagaudas que asolaron estas tierras hace más de catorce siglos...

1 comentario:

Anónimo dijo...

A estas alturas del viaje, gracias por organizarlo e invitarme Oscarnelo, no dejaba de sorprenderme lo bien preparada que está este rincón de España para recibir a los viajeros. Desde esa Librera de Urueña que nos contó lo qué se podía visitar en La Villa, con la misma amabilidad que lo habían hecho en la oficina de turismo, pasando por esa guía que nos iba a contar la historia del castillo de Iscar desde la puerta de su despacho y terminó acompañándonos todo el recorrido, para llegar a la presentación audiovisual vista en Olmedo y que a todas luces sorprende. A esto hay que añadir el buen hacer de todos los hosteleros con los que nos fuimos encontrando por el camino, no tanto por la comida, que también, como por el trato amable y esmerado.
El Coronel