1.11.10

Lecturitas... de otoño

Ya ha entrado el otoño. En la Sanabria. Amarillea. Me he traído el libro de John the Minor y estoy empezando con La noche de los tiempos. Tengo algún problema con Muñoz Molina. Me parece un gran tipo. Bastante digno. La colección que dirigió en Círculo fue fantástica, recuperando la memoria de las víctimas de los totalitarismos fascistas y comunista del siglo XX. Algún sábado, furtivo, me compro el fancine de prisa sólo por leer su artículo en Babelia. Pero me fallaba, hasta ahora, como novelista. Beltenebros me aburrió. O no lo entendí. O las dos cosas, yo qué sé…

Todo el mundo me habló bien de su último libro, La noche de los tiempos; el tema no es malo, aunque esté trillado y no será, pensé, la típica colección de tópicos maniquea. Llevo unas sesenta páginas. No está mal escrito, ni mal narrado, pero me falla algo. Frases muy largas, un narrador que lo sabe todo y que va contando lo que le parece, pero nada más. Quizá exige demasiada concentración y a mí, a estas alturas, lo único que no se me puede exigir es concentración en la lectura de una novela.

Venía con ganas de leer. Y de escribir. Pero mi padre me saca de casa. Me lo pide y aunque protesto y berreo, al final voy con él. Me siento culpable si, para dos días que estoy, no lo acompaño. Ya voy teniendo identificadas varias fincas, hoy fuimos paseando hasta la cerrada del Barrio. La calle se la ha comido la maleza y el Ayuntamiento es tan pobre que no puede mantenerla abierta. Nos cuestas llegar y nos cuesta salir. Una metáfora del abandono de lo público a las zonas rurales en esta España postmoderna donde somos todos tan altos, tan guapos y tan ricos. Es fascinante. Mi padre tiene el pueblo entero en la cabeza. Cuando le pide que me marque la linde de algunas de sus fincas, se remonta a unos sesenta años, y me cuenta la historia de la finca de sus abuelos o sus bisabuelos. Y me habla, como si fuéramos los Buendía, de "la casa del Barrio" y "la casa del Franco", para referirse a sus linajes. Recuerdo, hablando con él, ese capítulo, el trigésimo noveno, en el que D. Miguel, el judío de Cervantes, descubre para quien quiera leerlo, sus orígenes: "En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico [...]"

Vale

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