18.11.10

Cine en casa...

Estuve viendo The Queen, de Frears. Una película sólida, bien hecha, en la la línea de su Mrs. Henderson presenta y que ya comenté alguna vez. La película, centrada en los primeros años del gobierno de Blair, gira en torno a su nombramiento y a los sucesos que ocurrieron tras la muerte de Diana Spencer en un accidente de tráfico en París. Gente sensata, los británicos nunca han jugado a esa bobada infantil que es la República. Gracias a Dios, ellos han tenido desde siempre una izquierda moderna y civilizada, no hay más que ver la tercera vía de Blair, no como nosotros que sufrimos, como una plaga, la izquierda más analfabeta de Europa. La película narra bien la entrada en el sistema de Blair. Y narra igualmente lo complicado que es conjugar instituciones centenarias con las bobadas y las lágrimas de la postmodernidad. La Monarquía. Algo consustancial al Reino Unido. La pervivencia de las instituciones frente a los hombres que pasan. Y es que no todo en la vida tiene una explicación racional. Es más, me voy haciendo mayor y voy pensando que son pocas las cosas de verdad importantes que se explican sólo por la razón. Mientras pienso esto, salta Fito en el Iphone, puedo escribir y no disimular, / es la ventaja de irse haciendo viejo, / no tengo nada para impresionar, / ni por fuera ni por dentro.

Pues eso.


PS: En un juzgado. Con mi nombre puesto en un edicto. Eso sí, el demandado es el Estado, algo que siempre lo llena a uno de satisfacción.


PD: Ahora Pedro Salinas. La voz a ti debida. La voz que te atrapa y te sigue. Y esta tarde de nuevo al teatro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso en el Reino Unido.... Pero aqui con la derecha lo tenemos peor. Consciente de su superioridad cultural y mediática, la izquierda en el poder no ha vacilado en intentar llevar a cabo sus proyectos culturales y, sobre todo, imponer su propia memoria al resto de la sociedad. En ese aspecto, Rodríguez Zapatero, un hombre de mentalidad turbia, equívoca, tiene las ideas muy claras. La derecha actual cuenta con agitadores mediáticos, como Federico Jiménez Losantos, eficaces a la hora de movilizar a los sectores conservadores, pero cuya perspectiva político-cultural resulta muy limitada, incluso tosca. Algo que se extiende a una pseudohistoriografía muy influyente en dichos sectores, cuyos máximos representantes son Pío Moa y César Vidal. Ni Moa ni Vidal son verdaderos historiadores; a lo sumo, podrían ser calificados de polemistas. Los escritos del primero adolecen de una formación histórica e intelectual muy somera. El caso de Vidal es paralelo, pero distinto. Su trayectoria es la del típico oportunista. Y da la sensación de que podría defender una determinada causa política y la contraria. En un primer momento, su pluma estuvo escorada a la izquierda, como lo demuestra el contenido de su biografía sobre José Antonio Primo de Rivera, plagada de retórica marxista y... de plagios. Luego, una vez descubierto el filón de ponerse al servicio de la intelectualmente alicorta derecha española, se ha olvidado del sesgo ideológico de sus anteriores obras, aunque continúa su afición por el plagio. Las obras de Vidal carecen de credibilidad; son un conjunto de refritos, meras síntesis en el mejor de los casos, sin originalidad y innovación alguna. En consecuencia, lejos de servir a la derecha para contrarrestar la ofensiva de la izquierda cultural, los libros de Moa y Vidal han dado a su antagonista la posibilidad de inventar un maniqueo, es decir, reconstruir un adversario ideal a quien refutar y fingir sabiduría y capacidad de innovación. Los historiadores de izquierda han calificado la producción de Moa y Vidal de revisionista; pero, en eso como en su interpretación de la II República y de la guerra civil o del franquismo, se equivocan o, lo que es peor, trivializan conscientemente un fenómeno de tanta importancia político-cultural como es el revisionismo histórico-político europeo. Revisionistas han sido auténticos historiadores como Renzo de Felice, François Furet, Pierre Chaunu o Ernest Nolte, cuya brillante producción se encuentra –y da hasta vergüenza tener que decirlo– a años luz de las elucubraciones oportunistas de Moa y Vidal. De Felice fue capaz, sobre todo a partir de la publicación de su monumental biografía de Mussolini, de someter a discusión racional los mitos y los tópicos sobre el fascismo y la resistencia italiana; Furet y Chaunu, criticaron elocuentemente la «vulgata» marxista sobre la Revolución Francesa; y Nolte contribuyó de forma sagaz a contextualizar la emergencia del nacional-socialismo alemán frente a la amenaza bolchevique. La producción de estos autores ha tenido una resonancia mundial y ha contribuido a replantear toda nuestra visión de la historia contemporánea europea. Nada que ver, pues, con la mediocre realidad española. En nuestro país, resultaría hoy imposible algo semejante al célebre Debate de los Historiadores, protagonizado en Alemania entre otros por Nolte y Habermas.

Tal es, a grandes rasgos, la triste situación político-cultural de la derecha española. Me gustaría creer que la lejanía del poder político pudiera servirle para reflexionar sobre su necesario rearme intelectual. Pero ello sólo sería posible si consigue atraerse a verdaderos intelectuales y articular una auténtica élite cultural. Además de ello, necesitaría asumir su historia, emancipándose de la caricaturesca construcción de la memoria histórica fabricada por la izquierda. Una historia llena de errores y de aciertos, como toda obra humana; pero cuyo balance es más positivo que el de su antagonista. Asumir su pasado con capacidad crítica y optimismo creador, tal es la reforma moral que necesita.

Anónimo dijo...

La nube de caspa franquista que todo lo cubre desde que el Tribunal Supremo comenzó esta nueva fase de volcánica actividad tendrá consecuencias terribles, y no sólo para el reo Baltasar Garzón o para la propia imagen de la Justicia en España. Las toneladas de partículas grises que aún emiten esos cenizos y sus colegas del Constitucional también afectan a los dos grandes partidos, al PSOE y al PP. No gripan sus reactores, al contrario. La nube de caspa les hace despegar.

En el caso del PP, las ventajas del proceso a Garzón son claras. Por algo fueron ellos quienes cebaron el volcán. Con su inhabilitación, abren la puerta al archivo de la Gürtel por defecto de forma y dejan claro quién manda en la Justicia española –por si algún otro juez se olvida en el futuro–. Ya de paso, van a lograr que el caso Faisán pase a un nuevo magistrado que, con suerte, lo podrá vestir de pavo hasta que parezca un nuevo GAL. La nube de caspa además es una fantástica cortina de humo que sirve para que no hablemos de esa tontería que también tiene pendiente el Supremo: la reapertura del caso de los trajes y la financiación ilegal del PP en Valencia; la probable nueva imputación de Francisco Camps.

Pero no sólo el PP florece entre la caspa. En el PSOE, dentro de lo malo, también saben reciclar. La persecución a Garzón ha conseguido movilizar a gran parte del votante de izquierdas; precisamente a ese sector más desencantado con la política económica de Zapatero y su viraje a la ortodoxia liberal de la mano de MAFO, el apóstol de la reforma laboral. Con la derecha mediática, judicial y política en pleno eructo, Zapatero ya no necesita nuevos guiños a la izquierda. Basta con explotar el miedo al volcán. Por eso digo que ojalá tuviéramos en España la derecha que los británicos tienen en el Reino Unido!!!!!

Jordi Roca - PP Tarragona dijo...

Gran película. Me gustó mucho. También cómo aborda a los personajes. Quizá por no ser una película progre, no sé.

PS: Le desearía suerte en su litigio pero creo que bastará con desearle justicia.