12.10.10

Historias hermosas

A veces las historias más hermosas son historias reales. En ocasiones, además, son historias desconocidas; leves rumores que sólo conocen los iniciados y que pasan desapercibidas para todos aquellos que no saben mirar con atención. Sin embargo en ocasiones, en contadas ocasiones, las historias ven la luz, para claridad de todos nosotros.

Una escritora neoyorquina de mediano éxito, Helene Hanff, comenzó un intercambio epistolar después de la Guerra Mundial con una librería londinense de viejo que se prolongó durante casi veinte años. La historia de Helene y su correspondencia con Frank Doel es una vibrante declaración de amor a los libros, a un mundo que ya desaparece, engullido por tanto iletrado con Ipad como hay por el mundo adelante. Se escribieron durante años y, aunque no llegaron a conocerse a jamás, sabían mucho el uno del otro. Los libros que a uno le gustan son un reverso de la personalidad que todos arrastramos, de igual manera que no apreciar los libros es ya una respuesta de cómo es alguien. De igual manera, en fin, que recomendar un libro es un delicado elogio hacia la persona elegida para que lo lea. Porque la lectura es, como el amor, un ejercicio íntimo para practicar con calma. Helene nunca viajó a Londres durante todos aquellos años, al Londres victoriano que siempre había soñado conocer, ella que se ganaba la vida escribiendo guiones para la televisión. Cuando todo acabó, decidió publicar un libro con algunas de aquellas cartas. Libro que se convirtió en un éxito mundial y que puso a la librería, Marks & Co, y a la calle en la que se encontraba ubicada, el 84 de Charing Cross Road, en el imaginario de todos los lectores del mundo. ¿Cómo ir a Londres, después de aquello, y no acercarse por Charing Cross?.

Mi primer contacto con estas cartas fue hace ya algunos años; una deliciosa obra de teatro que llevaba por título el del libro. La recuerdo aún hoy vivamente, y la recuerdo otoñal, cadenciosa, con la melancolía que nos atrapa, cuando de libros hablamos, a los que siempre hemos pensado que libresco no es ningún insulto. Hace poco mi querida Snows me prestó el libro. Se lee casi de una sentada. Y uno se imagina las voces de su protagonista, como yo las recuerdo en el teatro. Gracias a Dios, no he visto la película, y espero no verla nunca. Pocos placeres mayores que el de ver una obra de teatro y luego poder leer la novela que le dio vida.

Un libro para regalar, desocupado lector. Pero para regalar selectivamente, eso sí. No todo el mundo entiende el placer de tener un libro entre las manos. Y menos un libro como este, un libro escrito para leer en octubre en la Sanabria, mientras cae la luz del otoño sobre el valle, o en noviembre, cuando uno descubre que ha llegado a casa, o ya en diciembre en el Café Belén, un sábado cualquiera.

Los libros que sólo determinadas personas que pasan por nuestra vida nos pueden recomendar. Y que cuando uno los pierde, se da cuenta, sólo en ese momento, de que quizá nunca los olvidaremos. Ni a ellos ni a sus libros.



PS: “Le echo mucho de menos… La vida con él era tan interesante cuando él me explicaba sus cosas y trataba de introducirme en el mundo de los libros” (20 de enero de 1969, carta de Nora, la mujer de Frank Doel, a Helen Hanff). Hanff, H.: 84, Charing Cross Road. Anagrama, Barcelona, 2002. Página 116

1 comentario:

rebolloa dijo...

Me recuerda la historia al libro de Josefina Aldecoa, Cuando éramos jóvenes. Es una novela epistolar y la verdad es que merece la pena.