10.10.10

El derecho a ser ignorantes (reflexiones de un domingo senabrés)

Llegué a este texto, como a tantos otros, a través de Arcadi Espada. Antes de la última mudanza todavía tenía el ejemplar de Letras Libres localizado en casa. Quizá se quedó allí y ya esté en la basura, que ya se sabe que hay gente para que la cultura es tortura y además ocupa espacio. Una reflexión de Hannah Arendt, de quién si no, sobre la terrorífica confusión entre hechos y opiniones que nos atrapa a todos como una red; ese estúpido derecho a la ignorancia, esa consideración, en fin, de que la democracia es un régimen de bobos en el cualquier puede decir lo que le parezca y todos tenemos la obligación de atenderle.

Le copio el texto de Arendt, sacado de su libro “Viaje a Alemania” de manera literal, desocupado lector. Como decía Espada, es importante aprenderse este párrafo de memoria antes de salir a la vida pública:


"Sin embargo, el aspecto probablemente más destacado, y también más terrible, de la huida de los alemanes ante la realidad sea la actitud de tratar los hechos como si fueran meras opiniones. Por ejemplo, a la pregunta de quién comenzó la guerra se da una sorprendente variedad de respuestas. En el sur de Alemania una mujer —por lo demás de inteligencia media— me contó que la guerra la habían empezado los rusos con un ataque relámpago a Danzig (este es sólo el más notable de los múltiples ejemplos). Pero la conversión de los hechos en opiniones no se limita únicamente a la cuestión de la guerra; se da en todos los ámbitos con el pretexto de que todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, una especie de gentlemen's agreement [pacto entre caballeros] según el cual todo el mundo tiene derecho a la ignorancia (tras lo que se oculta el supuesto implícito de que en realidad las opiniones no son ahora la cuestión). De hecho, este es un problema serio, no sólo porque de él se derive que las discusiones sean a menudo tan desesperanzadas (normalmente uno no va por ahí arrastrando siempre obras de consulta) sino, sobre todo, porque el alemán corriente cree con toda seriedad que esta competición general, este relativismo nihilista frente a los hechos, es la esencia de la democracia. De hecho se trata, naturalmente, de una herencia del régimen nazi".


Poco más que decir.


PS: "Entre las urgencias democráticas está la de acabar con el hombre corriente en la política. El pueblo no podrá resistir durante mucho tiempo la pavorosa imagen que le devuelve el espejo. Los millones de espejos, claro. La gran novedad de la generación you tube habría encantado a Durkheim y a los marxistas: por fin el pueblo ha tomado conciencia colectiva. Grave momento".

Espada, Arcadi: “El pueblo va a dimitir”, publicado en el diario El Mundo el 7 de octubre de 2010.

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