1.9.10

A vueltas con El Perdíu

No sé si recordará el desocupado lector que hace unos meses le hablé de El Perdíu, del hombre que, siendo mi antepasado, acabo dando nombre al autor de esta bitácora. El otro día me escribió Manoluá, mi franco más querido. Me corrige algunos aspectos de mi post y yo, que soy muy obediente, paso a recogerlos aquí.

El Perdíu era en realidad un oscuro nativo de Santiago de la Requejada, que se casa con Maria Rabanillo una viuda "rica" y al que una versión hace origen del hundimiento de esa "tan rica casa" (de ahí lo de ser “un perdíu”)" que se comió la fortuna de la familia dedicándose a su gran pasión, la caza. Pedro, el hijo, marchó en realidad a casa de un herrero de Ferreros a aprender el oficio, no de Cervantes, como yo decía. En realidad El Perdíu tuvo cuatro hijos, no los tres que yo tenía localizados: Francisco, el que se fue al País Vasco, Josefa, el abuelo Pedro y Carmen la monja, la más joven, que murió en Pamplona y a la que la unos piquetes izquierdistas, durante la Guerra Civil, echaron desnuda del convento, (cosas de la memoria histórica, que tiene para todos.)

Acaba su correo Manoluá diciéndome: “era impensable ir al Mercado y no pasar por casa de tu abuelo... aunque se fuese a comprar a otros sitios[…] En todo caso fue todo un PERSONAJE, digno de una interesante biografía y, estoy convencido: un SER BUENO

Y yo, al leerlo, sonreía...


PS: “En el pueblo, su abuelo sabía dónde moriría, el cementerio en el que lo incinerarían, el río sobre el que esparcirían sus cenizas; sabía que los amigos y los primos con los que había crecido estarían cerca de él hasta que muriera. El urbanita no tiene tal confianza en la durabilidad de las relaciones".

Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 552

1 comentario:

Anónimo dijo...

El último informe que la Brigada de Blanqueo de Capitales ha remitido al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, en relación con el caso Gürtel, no puede ser más demoledor. El texto, de unos cien folios, describe con lujo de detalles la forma en que operaba la trama de financiación ilegal del PP valenciano.

El procedimiento era sencillo: el partido contrataba actos con Orange Market –empresa de la red de Francisco Correa– y le abonaba una parte de manera legal, pero el grueso del montante lo pagaba en dinero negro o lo asumían empresas amigas que mantenían cuantiosos contratos con la Generalitat, a las que Orange Market les facturaba por servicios inexistentes para que pudiesen justificar el desembolso. Sólo en 2008, el PP pagó a Orange Market 846.000 euros de espaldas a Hacienda.

La conducta del PP valenciano no supone sólo una vulneración de la Ley de Financiación de Partidos, sino una defraudación al fisco. Además, como bien señala el informe policial, no hay motivo para que unas empresas privadas corran con gastos de un partido “salvo que exista contraprestación o favorecimiento”, en este caso la adjudicación de contratos públicos por la Generalitat.

La responsabilidad política (y está por ver si penal) directa de esta actuación impropia de una democracia recae en Francisco Camps, presidente de la Generalitat y del PP valencianos. Pero la responsabilidad última es del líder nacional del PP, Mariano Rajoy, que ha apoyado y encomiado en todo momento a Camps. Eso es lo que cuenta en términos morales, por mucho que en los últimos tiempos juegue a marcar distancias con su amigo en dificultades.