24.9.10

Un niño y un inmigrante (y yo esperando el tranvía)

Una tarde de viernes. Primero en la piscina. Un niño en silla de ruedas se cambia con ayuda de su padre en el vestuario. Un niño. En silla de ruedas. Nado. Nadar relaja, sobre todo cuando uno termina una semana como esta. Salgo. Voy a hacer algo de compra. Mañana toca trabajar por la mañana, hay que acabar de cerrar el master. Un joven negro me abre la puerta del supermercado. Hago la cola para pagar. El joven está detrás de mí; no me doy cuenta de que es el mismo que me ha abierto la puerta. Apenas tiene un paquete de salchichas y una botella de agua en la mano. Me pongo nervioso porque soy idiota y miro mi cartera. Pago. Voy embolsando mi compra. Va a pagar. Paga con monedas de uno, de dos y de cinco céntimos. Decenas de ellas. Quizá un centenar. Lo que ha sacado de pedir por abrir la puerta. Me avergüenzo de no haber contestado ni siquiera su saludo al entrar. No deja de sonreír. Me avergüenzo de ser como soy. Vuelve a su puerta. Me saluda. Le ofrezco mi mano y me la coge para estrecharla. Me voy a casa. Abro la puerta. Un niño en silla de ruedas y un inmigrante que quizá duerma en la calle. Eso son tardes duras, y no la mía.


PS: "Quien escribe una página y media hora después, esperando el tranvía, descubre que no entiende nada, ni lo que ha escrito, aprende a reconocer su propia pequeñez y entiende, pensando en la vanidad de la propia página, que cada persona toma sus propias elucubraciones por el centro del universo […] , y comprende cuán estúpido es, en este común y poblado camino hacia la nada, herirse recíprocamente.

Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 82

1 comentario:

Anónimo dijo...

espero que al pobre la hayas dado algo de dinero, es lo que yo hago con uno que hay cada mañana en la puerta del super donde compro, y al salir muchas veces le doy además un bollicao para que coma y compro latas o croquetas secas para los gatos del barrio y se las doy de camino a casa, te quedas mal de todos modos, pero al menos haces algo, la caridad no soluciona nada pero no darla es peor, que san Francisco de Asís nos ayude a todos tal como vamos.