13.8.10

A vueltas con la provincia

Ha pasado inadvertida, entre tanta fanfarria a cuenta de los toros, la última ley aprobada por elParlamento de Cataluña, a cuenta de la organización territorial de aquella Comunidad Autónoma. Cumpliendo con lo dispuesto en el inane Estatuto de autonomía, crea una nueva Administración local, la veguería, con la misión declarada por los autores del proyecto, de sustituir a la provincia. Obviamente, la veguería será una bobada, como lo fueron en su día las comarcas. No se mejora la prestación de servicios generando nuevos niveles administrativos, aunque parte de nuestra izquierda, empezando por el enloquecido presidente del dizque gobierno, crean que sí. Pero me interesa más reflexionar con usted, desocupado lector, sobre la legitimación de las veguerías. Sobre esta obsesión de los nacionalismos de retroceder sin límite. Como la veguería era la forma medieval de organización del territorio en Cataluña, esa es la forma que más conviene en el año 2010. No me dirán que el razonamiento no tiene el mismo peso que el que haría un niño de cinco años. No había ya en Cataluña memoria de la veguería, no podía haberla, como no la hay en Castilla de los condados o de las tierras de señorío. Y sin embargo, esa es toda su legitimidad, que ya la hubo hace cuatrocientos años. Pues nada, no sé a qué esperan para recuperar la picota como forma de impartir justicia o la exención fiscal para los nobles, que esa sí que era una hermosa tradición.
Por cierto, y ya para acabar, que esta obsesión de los nacionalistas catalanes contra la provincia, demuestra en realidad lo poco que les interesa la historia. En las Cortes de Cádiz, fueron catalanes los diputados que más insistieron en que había que hacer una división provincial de España. Qué cosas.



PS: "En la Cataluña actual […] resulta incomprensible que un ciudadano catalanohablante no sea a la vez, como mínimo, catalanista. La identificación entre ambas condiciones es algo que casi se da por hecho. En otras palabras: llegada la hora de la verdad, quien debe retratarse con su conducta no es nunca el catalanista, sino el ciudadano de Cataluña que, aun siendo catalanohablante, no aspira a otra condición que a la ciudadanía".
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 198

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