15.7.10

Sólo hay una forma de aplacar a un espíritu...

Atravieso lentamente los lugares donde se calma el dolor. Me cae bien Molina, siempre lo hizo. Que el simplón de León lo cesara para poner en su puesto a una titiritera hizo que mi estima por él aumentara. El libro es denso. Complejo. Me atrajo su título, desde el principio. Las primeras cuarenta páginas han sido un suplicio. Un espejo ante el que ver reflejada mi enorme incultura en temas clásicos, fruto ya de una esmerada educación en democracia. Gracias a dios no ha salido el imbécil del divinal Odiseo de los cojones, porque eso ya hubiera sido insoportable.

El caso es que no me enteraba de nada. Ahora la cosa va cambiando. Estamos ya en Trieste, hemos entrado en casa de Claudio Magris y estamos rememorando la ciudad que Joyce recorrió a principios del siglo XX. Me cae bien Joyce. Obviamente, no sólo no he leído Ulises sino que ni siquiera lo he intentado nunca. El retrato del artista adolescente es correcto y, sobre todo, es autor de ese fantástico relato, Los muertos, que es un hermoso y elegante aviso sobre los peligros que el nacionalismo trae consigo. Creo que nadie como él ha conseguido, en tan pocas páginas, condensar la melancolía que hay detrás de cualquier bobada nacionalista. Y eso que es un cuento que no habla, estrictamente, de nacionalismo, más allá de la metáfora del nieve que iba cubriendo toda Irlanda.

Me cae bien Joyce. Me cae bien los que no se dejan arrastrar por la retórica patriotera de los canallas. Los que saben que, por encima de etiquetas, en el mundo no hay más que buenas y malas personas, con independencia de donde hayan ido a nacer.

Me caen bien los irlandeses anglófilos, qué le vamos a hacer, los que nunca se dejaron seducir por la vieja que pasó llorando, como mi admirando Conor Cruise O´Brian.

Decía el himno electoral de Ciudadanos de Cataluña, aquel hermoso intento de construir política fuera del lamentable catalanismo, que “no pensar diferente / es quizá no pensar”. Pues eso.


PD: en 1915 Patrick Pearse escribió: "He aquí los espíritus a quienes he resucitado estas Pascuas, los espíritus de los muertos que nos han legado a los vivos sus esperanzas. Los espíritus son seres molestos para tener en casa o en la familia, ya lo sabíamos aun antes de que Ibsen nos lo enseñará. Sólo hay una manera de aplacar a un espíritu. Hay que hacer lo que nos pide. A veces los espíritus de la nación nos piden grandes cosas y hay que aplacarlos a cualquier precio".

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