17.7.10

Empieza el verano

Antaño, este fin de semana marcaba, de alguna manera, el inicio de las vacaciones de verano. Hacía unos días que había llegado de Madrid, Mi General y el Mile estaban o a punto de llegar o ya por aquí. En mi pueblo, también la tropa empezaba a juntarse. Y sabíamos que empezaba el verano porque llegaban las fiestas de Asturianos. Las fiestas del Carmen. El sábado íbamos al Lago, cenábamos en el Mercado y, tras cambiarnos, marchábamos a Asturianos. Era un viaje raro porque era inverso: normalmente cuando uno estaba en la Sanabria sólo pasaba por Asturianos de camino a Madrid. Pero este finde era diferente. Era el inicio del verano. Luego llegaban, la memoria quizá me falle, las fiestas de Robleda, con aquellos partidos de vóley, aquellas paellas a media tarde y aquellos bailes con maría manuela y sus amigas. Luego venía Zirbaaaaaantes, con Manolito bailando con su camisa, San Juan, Barrio, con aquellas caminatas de saberse ya mayor y cerrábamos el ciclo de agosto con las nuestras. Como éramos gente insistente, aún nos quedaba tiempo para acercarnos a la peregrina a San Martín de Castañeda, y cerrar el año con las Victorias en la Puebla (sin dejar de pasar, eso sí, por la “Padecida” y por la “Alcubilla”, un año con el Maestro Esteban y Miguelito devorando tortilla a la sombra de sus castaños milenarios…

Han sido muchos años sin venir. Y quizá pasen varios sin volver, ahora que veo que me hago mayor y que los sueños, como dijo Calderón, sueños son. Pero como estoy aquí, y como quiero disfrutar de la fiesta y de mis amigos, doy por inaugurado el verano. Y como el desocupado lector de esta columna sabe, no puede dar por inaugurado el verano si no es de la mano de Juaristi. Disfrútelo lector.

[…]

Entonces te preguntas

cómo será el verano de Rafael Ubierna

en su risueño cementerio cántabro,

sobre el mar que lo arrulla con dolientes peanes;

cómo, el verano de Perico Urquiza,

capitán de mercantes por heladas derrotas;

cómo, el de Antón Eguía, monje en Silos,

que fuera diestro cazador de chochas,

o el de Pepe Lecanda,

asidua carne de hospital psiquiátrico,

de cuyos diez intentos de suicidio

fue cada cual peor

que el anterior.

[…]

A quién pedirás cuentas de tus años inútiles,

parte maldita que cediste al viento,

hoy, que empieza el verano

y te faltan las viejas amistades.

1 comentario:

rebolloa dijo...

Me moria de ganas de hacer un comentario, pero la semana de viaje de trabajo me ha impedido hasta dormir...

Igual que compartí en su día esos momentos de la infancia, comparto hoy esos recuerdos que son también míos.

Cada verano, descubríamos uno o dos pueblos nuevos a través de las nuevas amistades, y de los romances culminados o soñados.

Cuando uno piensa en la vida que nos dimos, parece que estamos hablando de otro planeta...