8.4.10

Lecturas evanescentes

Me fío de Anagrama y de sus premios de ensayo. El arte de la manipulación política, de Colomer, leído hace ya tantos años, fue todo un descubrimiento en la carrera. Desde entonces, le sigo la pista al premio con el rabillo del ojo y de vez en cuando me hago con alguno. El último, hasta estas vacaciones, había sido el de Tumbas sin sosiego, de Rafael Rojas, un magnífico acercamiento a la cultura cubana, más allá de los tópicos de la dictadura.. Hacer un par de años le regalé a la que entonces era mi pareja Historia de un encargo: “La catira”, de Camilo José Cela. A mí Cela nunca me ha dicho gran cosa, la verdad, y supongo que con los años me irá diciendo cada vez menos, pero eso es otra historia y mis manías tampoco tengo porqué explicárselas a nadie. El caso es que antes de irme le pegué un vistazo al libro y al final lo llevé como compañero de viaje en vacaciones. El libro es muy bueno: un magnífico acercamiento al proceso de creación de “La catira”, una mediocre novela de ambiente venezolano que Cela hizo por encargo del gobierno de aquel país en 1955. Pero es también algo más. Es la historia de la dictadura de Pérez Jiménez, la historia de la emigración de decenas de miles de españoles a Venezuela durante los años cincuenta del siglo pasado, cuando a los canarios las pateras que les preocupaban eran las que se iban y no las que llegaban; es la historia de la política cultural exterior del franquismo, es la historia de ese confuso concepto de “hispanidad” que nadie sabe bien aún que comprende, la historia de un novelista de provincias con ínfulas de grandeza y la historia, en fin, de dos países separados por la misma lengua.
Una buena lectura. Un libro recomendable. Luego no digan que no se lo advertí.

PD: este sábado El Perdíu debuta en el extranjero como conferenciante. Ya les contaré cómo me ha ido.

PS: No es esto decir que no lea libros: leo muchos, así como revistas y periódicos y cuantos papeles caen en mis manos, pero no tomo nunca notas; y en cuanto leo un libro, estoy deseando darlo. Algunas personas me han preguntado: -¿Cómo, si cree usted que este libro es tan bueno, me lo da y se queda sin él? -Porque lo he leído -contesto yo-, y ya no me hace falta. -Pero ¿y si desea después consultarlo para recordar algún detalle que se le olvidó? -Lo que se olvida se debe olvidar -afirmo yo, con un fatalismo estético que a las personas tímidas las descorazona-. Y esto no es una «salida»: es un axioma, algo indiscutible, permanente e inmutable. Si de las ideas de un libro las unas se me quedan y las otras se me van, es porque las unas son concordantes con mi espíritu y las otras no, o porque, según mi modo de ver, las unas son más importantes que las otras. Si por un esfuerzo de la voluntad mantengo todas las ideas con el mismo relieve ante mis ojos, cometo un atentado contra mi inteligencia.
Angel Ganivet: Cartas finlandesas.

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