17.3.10

La emoción del buen cine

Fuimos a ver El Concierto. Las dictaduras. Comentaba una vez hace años ya con el desaparecido Carles que lo peor de una dictadura no es que no haya elecciones, o que no haya prensa libre. No, lo duro en realidad es la vida diaria, la cantidad de renuncias que uno ha de hacer en la misma: no leer a ese autor, vigilar con quién hablas y de qué... La miseria de la vida cotidiana, las pequeñas renuncias que lo van aprisionando a uno poco a poco, sin llegar a darte cuenta. El Concierto es una película magnífica, algo melancólica y profundamente oxidada por la tristeza. La vida diaria de un director cuya carrera fue arruinada, en plena y corrupta época de Brezhnev, por un fiel esbirro del poder. Sus músicos, la transición rusa del comunismo a la mafia, valga la redundancia. La lucha por los sueños. La lucha por no perder la dignidad. Una película además profundamente cómica en algunos de sus detalles, reflejando ese mundo caótico en el que se ha convertido Rusia de un tiempo a esta parte.

Una película tierna. Una película para ir a ver al cine, claro. Aunque sea usted lector, como me pasa a mí, un profundo inculto en materia de música clásica. El final, con Chaikovski en su apogeo, es magnífico.

PS: [Gueidar] "Aliev pertenecía a la camarilla de Brézhnez, un grupo que se caracterizaba por un alto grado de corrupción, por la afición al lujo oriental y por una depravación ilimitada. Practicaban la corrupción sin un asomo de vergüenza, todo lo contrario: la ostentaban de una manera desafiante y provocativa".
Kapuscinski, R.: El Imperio, Barcelona, Anagrama, 2007. Página 152

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