22.2.10

Unos papelillos interesantes de leer

Ya sabe el descoupado lector que El Perdíu es socio, desde tiempo inmemorial, del Círculo de Lectores. Algunos amigos me preguntan que porqué no me borro. La respuesta no es sólo melancólica, que también. Me permite descubrir de vez en cuando libros que me ejercitan, y con eso ya vale. Acabé volviendo de los EEUU uno de ellos. El hombre que amaba los perros. Lo compré con poca fe, ya sabe la afición que le he ido cogiendo alergia a la novela, esos papelillos, pero me fui animando según transcurrían las páginas y me acabó pareciendo muy interesante.
En realidad, son tres historias. Y bien escritas, por cierto. En el español de América:ese español en el que los coches son autos y no se conducen, sino que se manejan.
La historia, en el fondo, de un novelista cubano, la tragedia de un pueblo, la miseria de la vida cotidiana en una dictadura, donde lo que triunfa es el disimulo y el cinismo. En todas las dictaduras.
La historia también, de un hombre que fue un fanático. De un hombre sin vida, marcado por el odio de su madre, Caridad del Río. La historia, en fin, de un fantasma:Ramón Mercader, condenado a ser durante casi toda su vida Frank Jackson. Temiendo la muerte a cada instante. Muerto de cáncer en Cuba con el grito de su víctima metido en la cabeza.
Y la historia en fin, de un revolucionario. Otra fanático. Lev Davidovich, conocido mundialmente como Trotski. Una historia que el libro hace comenzar ya con su exilio, cuando se ve condenado a recorrer el mundo, primero Turquía, luego Noruega, finalmente Méjico, huyendo de un sistema criminal que él contribuyó, como pocos, a poner en marcha.

Un buen libro. Bien trenzado. Y bien escrito. Que permite entender la obsesión enfermiza que el tirano soviético tenía contra uno de sus antiguos correligionarios y porqué se dedicó a perseguirlo hasta que pudo acabar con él. Y entender de paso, el heroico papel jugado por el comunismo español durante la Guerra Civil. No es extraño que a partir de 1939, la izquierda española fuera en general la más anticomunista de Europa. Menuda gentuza.

PS: El 7 de agosto de 1932, por iniciativa de Stalin, se promulgó una “ley sobre la protección de la propiedad socialista”. Para los “enemigos del pueblo”, la pena mínima fue de diez años de trabajo en el campo; la máxima, la muerte. La “ley sobre las espigas”, como la bautizó la gente, fue aplicada sin misericordia a los hambrientos, tanto adultos como niños; 55.000 condenas en los primeros seis meses […]. Cuando llegó el invierno, la gente empezó a morir.

Meyer, Jean: Rusia y sus Imperios (1894-2005). Círculo de Lectores, Barcelona, 2007. Págs. 214 y 215


Se lo recomiendo, lector. Es una buena novela.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues nada, a ver si tras quitar a Franco de Nuevos Ministerios se animan y quitan a largo Caballero-Otro dictador que no lo fue por falta de ganas.